CAPÍTULO 1

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No soy policía

La poca luz que se filtraba por el gran ventanal, anunciaba el final del día y con el, el final de la jornada. Todos mirábamos con impaciencia el reloj sobre la cabeza de nuestro profesor.

Los años ya se habían asentado en sus rasgos, provocando la caída de su lacio cabello negro y las arrugas bajo sus ojos al sonreír con diversión. Comprende nuestras ansias por abandonar su clase, cosa que no lo desconcierta en lo absoluto, más bien, es un acontecimiento gracioso para él.

Es viernes y ésta nuestra última clase antes de adentrarnos en un fin de semana alargado por un día más de descanso.

Me dedico a observar las pocas pulseras en mis muñecas, como si de alguna forma, eso pudiera apresurar el tiempo para que pasase con más rapidez.

—Antes de dejarlos ir —inicia con voz rasposa—, deben conocer que la próxima semana se llevará a cabo una selección de estudiantes, para que hagan sus prácticas en una agencia de seguridad privada. Como deben suponer, es una gran oportunidad para crecer como profesionales, compartiendo con personas capacitadas e increíbles. Los años pasados solo se tomaban en cuenta estudiantes en último semestre, pero esta vez destinaremos un par de cupos para quienes se encuentran en su penúltimo semestre. Mucha suerte a todos.

Después de semejante comunicado, regresa a su escritorio totalmente tranquilo y distraído.

Ya nadie presta atención al reloj. Nadie. Todos estamos tan sumidos en nuestros propios pensamientos que somos sorprendidos por el suave pitido de la alarma que confirma el final de nuestras clases.

Me levanto del asiendo como aquel que no espera nada de la vida, quien no cree en las casualidades, pero aun así crea escenarios en su cabeza anhelando el momento en que el destino quisiese sorprender.

No es que no confíe en mis capacidades, pero enfrentar a tantos estudiantes que se han partido el lomo, por cada trabajo y proyecto, me hace sentir muy insegura.

Yo también me he esforzado.

Pero quizá no lo suficiente.

—¡Chica! —mi mejor amiga me retuerce en sus brazos como si hace años no me viera.

No pude contener mi risa al ver como ella casi debe colgarse de mi cuello para colocar su cabeza en mi hombro.

—Me romperás el cuello... —susurro sin aire, devolviendo el gesto con aún más afectividad.

—Joder, necesito mis tacones. —sonrió al verla roja por el esfuerzo.

—No. No necesitas tacones. —Ambas sonreímos.

Se tenía que ser ciego para no ver como ligaba casi sin querer, debido a su cuerpo menudo y estatura adorable.

Ella era todo lo contrario a mí.

Era muy baja y yo muy alta.

Ella curvilínea y yo esquelética.

Morena, rubia.

Ojos cafés, ojos verdes.

Ella tan coqueta y yo tan cerrada. 

La Sombra De Tu PresenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora