Día soleado
Sus ojos examinan cada espacio de mi cuerpo, siento como reclama mi mirada, pero soy incapaz de levantar la vista del suelo. Me siento mareada, abrumada y con unas gigantescas ganas de salir corriendo.
—Bebe —tiende un vaso de agua en mis manos y sin querer o queriendo, nuestros dedos rozan un milisegundo y medio, pero tan poco tiempo basta para que mi corazón y mente den un vuelco— Es suficiente, llamaré un taxi para que te lleven a casa.
—No, no es necesario, yo estoy bien, solo es un mareo. —repongo al verlo caminar hasta el teléfono.
—¿Segura? —asiento— ¿Cuándo empezaron esos mareos?
—No importa, me necesitaba, ¿cierto? ¿Para qué? —cuestiono solo quiero salir de aquí rápido.
—Si quieres que ignore tu rostro pálido y tus manos temblorosas, lo haré, aunque, llámalo capricho si quieres, pero disfruto más de una conversación cuando me miran a los ojos. —ante su petición mi única opción es levantar la vista y encontrarme envuelta en esa hermosa tormenta de arena.
—¿Para qué me solicita? —cuestiono de nuevo, reuniendo toda la seguridad que tenía.
—Tenemos fecha para la entrevista con Franco, —en un contexto distinto al actual, esa noticia me hubiese hecho dar brinquitos de emoción, pero ahora mismo, solo quiero alejarme de su presencia— por ende, necesito que me envíes el documento con las correcciones y todos los señalamientos resueltos.
—Está hecho. ¿Ya me puedo ir?
—Me alegra su entusiasmo, pero debo avisarle que es totalmente necesario que tenga ese documento para antes que acabe el día, solo hasta entonces podremos debatir... —
—Le envié el documento corregido antes de recibir el llamado de Sam. Puede ratificar lo que le digo si revisa sus correos más recientes. —hablar con él, ver sus gestos, notar manías que había estado enumerando en mi cabeza sin darme cuenta, es tan doloroso como soso.
No se mueve, no dice nada, solo se queda mirándome. No puedo detectar emoción alguna en su rostro, está vacío o quizá muy lleno, nunca lo sabré. Mis ojos dejan de ver con claridad, agua salada se posa en ellos y mi labio inferior comienza a temblar.
—Amber, yo... ¿perdón? ¿Hice algo?
No puedo más, fuera del edificio se oyen truenos furiosos que anuncian una profunda tempestad. No puede volver a llover, me niego a volver a ver lluvia caer del cielo, las nubes deben resistir, yo debo resistir.
Me sostengo del pomo de la puerta, pero soy impedida a abrirla.
—No puedes irte así. ¿Dime qué ocurre? —su voz, ahora teñida de angustia, tan cerca de mi oído, solo logra aumentar el volumen de los truenos, la velocidad de los relámpagos y el brillo de las centellas.
—Quiero irme. —susurro sin tener la certeza de ser escuchada.
—Mi sol, no me perdonaría si te dejo ir así, ¿qué puedo hacer? ¿qué ocurre?
—Tú, tú me ocurres —mi espalda pegada a la pared, es el soporte que me mantiene en pie y me permite encararlo— ¿Por qué no puedo simplemente borrar lo que me haces sentir? ¿Por qué complicas todo? ¿Por qué el sol no puede ser eterno?
—Ven aquí. —En contra de mis deseos y evadiendo mis patéticos intentos por apartarme, Erick sostiene mi cuerpo y me estrecha entre sus brazos.
Aun no logro entender como hace desaparecer con un solo movimiento, las sombras a mi alrededor, toda esa oscuridad que permanece jugando con mi presencia, deseando convertirme en parte de ella.
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La Sombra De Tu Presencia
Mistero / ThrillerAmber Campell es una joven estudiante de criminología apasionada por la mente y comportamiento humano. Su universidad en convenio con una agencia de seguridad privada, crean un programa de prácticas para sus estudiantes más destacados, con el fin de...