Capítulo 14

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La mujer hizo una reverencia, su respiración un poco agitada debido a sus rápidos pasos para llegar a los aposentos de su Sultana

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La mujer hizo una reverencia, su respiración un poco agitada debido a sus rápidos pasos para llegar a los aposentos de su Sultana.

— ¿Por qué has tardado tanto? — la bella mujer se levantó del mueble, arreglando la bata que cubre el fino camisón.

— Una de las ruedas del carrueje se dañó — dijo con la vista fija en el suelo.

La primera consorte del Sultán caminó con suaves pasos hasta colocarse frente a su más fiel criada, soltó un suspiro y en voz baja preguntó.

— Y bien ¿Qué dijo? —

Nezrin elevó su mirada un instante, haciendo contacto visual y los nervios volvieron, las palabras de aquella mujer con habilidades obscuras, la tienen horrorizada.

— Nada que sea verdad, esa mujer es un fraude mi Sultana —

— ¿Qué fue lo que dijo? — demandó con autoridad. — Nezrin... — advirtió ante la escasez de una respuesta.

— Dijo... dijo que llorará lágrimas de sangre... — la hatun volvió a posar su mirada en el suelo incapaz de ver a su señora — Que se acerca una perdida y un dolor que la llevara a días oscuros, que ya ninhay tiempo — sin nada más que agregar, se alejó en total silencio.

La Sultana cerró sus ojos, colocó su mano en su pecho sintiendo el rápido latir de su corazón, un nudo se formó en su garganta ¿Acaso todo lo que a hecho a sido en vano? Sintiéndose agotada caminó hasta la cama donde sus hijos descansan. ¿Quiere decir que una vez más verá a sus hijos morir?

El líquido tibio que baña su mejilla la trajo a la realidad, tan absorta estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta en el momento en que empezó a llorar. Aquel sentimiento melancólico y lleno de tristeza fue rápidamente sustituido por el enojo. Si es necesario, se encargaría de entregar a Farya al mismísimo Vaticano.

Con cuidado subió a la cama y se acomodó de tal forma en la que podía abrazar a sus pequeños hijos.


***

Miro con atención las puertas de mis aposentos, el forcejeo y los gritos llenos de blasfemias contra mi persona, se quien es por lo irritante de su voz.

— ¿Qué querrá esa mujer? — pregunté hastiada. Apenas había amanecido.

Acomodo algo nerviosa la bata sobre mis hombros y hago un nudo torpe en mi cintura, cuando las puertas de mis aposentos son abiertas con fuerza, la figura esbelta de Hatice hatun se hace presente en mi campo de vista. Su rostro lloroso, aunque las lágrimas siguen descendiendo de sus cuencas este tiene plasmada una expresión irascible.

— ¿Qué formas son esas hatun? — pregunto molesta por su intromisión.

— ¡Tu, maldita víbora! — su voz salió de manera estruendosa — ¡Mataste a mi bebé! — vociferó en su locura.

La Haseki // Ayşe Sultan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora