Con cada escalón la oscuridad se hacía presente, la única iluminación del tétrico lugar siendo las dos antorchas que se encuentran colocadas de manera estratégica. Camine hasta parar frente a las rejas.— ¿Sultana Ayse? — preguntó confundida.
Sonreí — Escuché que pronto te irás, te he traído un aperitivo para el viaje — extendí la charola en mi manos.
La mujer con duda me miró, se levantó del banco de concreto — ¿Acaso se está burlando de mi? — cuestionó.
Sin borrar la sonrisa de mi rostro, negué.
— Tiene días encerrada en este horrible lugar, solo pensé que debe estar hambrienta — dejé la bandeja sobre el suelo, un poco alejado de la rejas — Además escuché que suspendieron sus comidas cómo castigo. ¿Acaso no tiene hambre? — pregunté alejándome de la charola.
La mujer se acercó a las rejas mirando su contenido, su ojos se posaron en mi, una sonrisa ingenua se formó en su rostro.
— Gracias, Sultana — se agachó pasando su brozo derecho entre las rejas, en un intento de alcanzar la charola sin éxito alguno, su mirada volvió a mi — Podría, por favor.... Acercarlo — pidió.
Patetica. Por esa mujer es que seré cambiada.
Fue capaz de perdonar su traición pero no mis errores, después de su traición pensó cómo castigo expulsarla, sin embargo, no dudó en sentenciarme a muerte, a mi la madre de sus hijos.
— Debes esforzarte, se que puedes hacerlo mejor — levanté mi frente con orgullo.
Le dediqué una última sonrisa a la estupefacta mujer para posteriormente salir del calabozo. La sonrisa en mi rostro desapareció al notar la presencia de Murad, hice una reverencia.
— Su majestad — saludé con la vista en el suelo.
— ¿Qué haces aquí Ayse? — preguntó simple.
— Lo lamento su alteza pero... he traído algo de comida a la prisionera — dije con pena.
El alzó una de sus cejas, podía ver la duda en sus ojos, no obstante, no me cuestionó o contradijo, pasó por mi lado hasta ingresar a la mazmorra.
***
Los aposentos se mantienen sumidos en un gran silencio, incluso los más pequeños del lugar se daban cuenta del estado en el que se encuentra la Sultana Ayse. Los pequeños temían hacer enojar a la mujer más de lo que estaba, pues la Haseki ya tenía horas sentada en la misma posición, silenciosa.
— Se ve triste... — Rukiye susurró a sus hermanos.
El Sehzade Orhan arrugó sus cejas, se levantó de su asiento y caminó hasta la mujer, sus pequeñas manos se posaron sobre las de ellas, haciendo que la Haseki enfocara su atención en él.
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La Haseki // Ayşe Sultan
Fanfic- ¿Cuántos ríos has secado? - el hombre en su lecho de muerte vio su vida pasar frente a sus ojos, recordó todo lo que perdió. - ¿Qué es lo que más lamentas Murad? - la voz dulce parecida a la de una mujer preguntó. El hombre a duras penas si podía...