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—¿Cuál es tu nombre?

HaeChan no responde, se queda observando al chico junto a él en la barra. Es atractivo, tiene unos ojos bonitos que le impiden negarse rotundamente a su charla inoportuna. Lo piensa por unos instantes, cuestionándose por qué siempre termina atrayendo a chicos cuando es lo último que quiere. Lo peor es que tampoco puede resistirse.

—HaeChan—contesta hechizado por una ráfaga de confianza.

Al día siguiente le entregarían el collar, su verdadero dije. Lo más probable es que sus amigos lo olvidaran. “Amigos”, ahora sonaba extraño llamarlos así.

—Llámame Mark.

Por alguna razón, HaeChan siempre se siente atrapado. Desde que el dije de candado comenzó a ser una amenaza,
estaba inmerso en su mentalización para aceptarlo. De una u otra forma se resignaba a ello, a lo que apareciera frente a él. La angustia es un buen compañero del encierro.

—¿Quieres ir a un lugar privado?—Siempre termina siendo así.

—No soy gay—. Tiene que decirlo, es importante para él externarlo. Es como un grito interno, un clamado de ayuda.

—Está bien—sonríe Mark—, pero no pregunté si lo eras.

Lo siguiente que HaeChan sabe es que está en una habitación cercana, con la lengua de Mark hasta la garganta.

Se siente bien, besar a un chico se siente bien. Hay una manera automática en la que su cuerpo reacciona al mismo sexo, es como un interruptor. Lleva un aroma que los atrae, es como si estuviese hecho para eso. Es angustioso.

Al terminar, en una cama, desnudo junto a Mark, vuelve a cuestionarse sus acciones.

—¿Llave?—sonríe de lado al ver el dije que cuelga del collar de Mark, es la primera vez que se acuesta con un cambia formas de tipo llave—. Viste el candado, ¿no?

Tiene que preguntarlo, desgarra desde el fondo de su pecho. Está encerrado en esa cárcel en la que siempre sucede lo mismo. HaeChan siempre es el chico con apariencia de tipo candado.

—En realidad no—suelta Mark, dirigiendo su vista al cuello de HaeChan, específicamente a su dije—. ¿Qué? ¿No te gusta tu dije?

—Realmente no.

—A mí tampoco—confiesa, sonriendo poco después—. Creo que a nadie le gusta llevar collar, nos hace sentir como animales. ¿Nunca te has sentido así? Como si fueses un animal enjaulado.

—Me siento así más seguido de lo que quisiera—declara HaeChan, frunciendo su ceño al darse cuenta de que el candado no fue la razón que atrajo a Mark, entonces, ¿qué fue?—. ¿Cómo sabías que no iba a golpearte? Te dije que no soy gay.

—¿Te gusta clasificarte?

—¿Qué?

—Que si te gusta negar que eres gay sólo por no tener que utilizar la palabra—la mirada de Mark cayó en él—. No eres gay, pero aun así estás aquí. Claramente no necesitas ser gay para acostarte con otro hombre.

—¿No?

—Claro que no. Definir tu identidad hace que te encierres. Si quisiera saber en qué jaula vives, te habría preguntado si te interesaban los hombres. Te pregunté por tu nombre, ¿no?

—¿Tú no eres gay?—Mark pareció pensarlo por unos segundos, y luego contestó con voz calma.

—¿Sabes qué es lo peor de aceptar que eres gay? Que después de hacerlo ya no interesa tu nombre. Dejas de ser una persona, para ser sólo gay. Las veinticuatro horas del día vives como un chico gay, no como quien eres. Las personas tienen prejuicios dependiendo de tus gustos personales, hacen que cada vez sea más difícil vivir. Si algo he aprendido del collar, de las
clasificaciones y los dijes, es que etiquetarnos nos hace odiarnos. No
necesitas tener una identidad definida para vivir, es más, no necesitas identificarte con algo para darle al resto una pauta de qué
prejuicios utilizar contigo. Te llamas HaeChan, eso es todo lo que importa.

Trébol de cuatro hojas - 00line [NCT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora