18

27 8 0
                                    

—Pero bueno, ¿qué es lo que tiene que hacer uno para quitarse de encima a alguien indeseable? Sé que vives conmigo, pero estás abusando de mi paciencia Na JaeMin—. RenJun estaba en su habitación, después de una reunión mañanera con estilistas que no tenían ni la menor idea de dónde terminaba un abrigo de invierno para verse medianamente elegante. Y es que cortar la elegancia, y definirla por un abrigo, es la cosa más irrespetuosa
que RenJun había escuchado en toda su vida.

—Buenos días—contestó JaeMin, aparentemente tranquilo, y cómo no, si el acosado aquí era RenJun. Así que el mayor no tuvo más remedio que resignarse a verlo pasar a su habitación.

—No tengo voluntad para discutir contigo hoy, ¿qué dices sobre darme un descanso?
—Me mentiste—. RenJun calló al escuchar su voz. ¿Que RenJun le había mentido? Que se contara otro chiste, que RenJun estaba empezando a enervarse y aún no pasaban del saludo.

—¿Lo hice?—RenJun estaba por levantarse de la silla frente a su espejo, cuando JaeMin lo empujó de vuelta.

RenJun estaba suponiendo que otra vez utilizaría la maniobra de abrirle los pantalones y hacerse el listo. Pero no,
JaeMin se puso detrás de él, limitando su contacto visual al espejo.

—Lo hiciste—afirmó JaeMin, posicionando cada una de sus manos en los hombros de RenJun—. Dijiste que no eras como HaeChan. Mentiste. Te preguntarás por qué. Bueno. Mentiste porque tú y HaeChan sí que tienen algo en común, y es que ambos tienen miedo. Me tienes miedo, RenJun.

—Claro—RenJun comenzó a reír en silencio, rodando los ojos por acto reflejo—. ¿Y cómo se te ocurrió, Na?

—Ríe cuanto quieras—sonrió ampliamente JaeMin—, pero digo la verdad. Tú, Huang RenJun, me tienes miedo. Es más, puedo demostrarlo.

—Tú sigue, parece entretenido.

JaeMin acarició la mejilla de RenJun, sin dejar de hacer contacto visual con él. Por unos segundos estuvieron en silencio, RenJun observando a JaeMin, y JaeMin acariciando la mejilla del mayor, en lo que su otra mano descendía hasta su pecho, sobre su ropa, a la altura del corazón.

—Hoy te ves muy bien—dijo Na, con voz suave, y RenJun quiso bufar, porque por supuesto que se veía bien, era Huang RenJun, ¿qué le estaba contando?—. Saliste casi por la madrugada, estuviste trabajando por horas, y aun así, parece como si acabaras de arreglar. Te ves muy bien, y sé que lo sabes, pero, ¿no es bonito que alguien te lo diga? Que alguien te recuerde lo que ya sabes, aunque sea redundante, como por ejemplo: te quiero. ¿Acaso no
se siente bien?

—No.

—Mientes—la sonrisa de JaeMin se ensanchó más, si acaso podía ser posible. RenJun frunció el ceño unos instantes, pero desistió cuando la mano que descansaba sobre su pecho se retiró abruptamente, y JaeMin dio un paso atrás, alejándose—. Tu pulso acaba de dispararse, mientes. Incluso a ti te gusta que alguien más te repita lo importante y asombroso que eres. Tú, que te jactas de ser auto suficiente. Te encanta, pero no te gusta que los demás lo sepan. Por eso me temes, porque así como ahora, yo puedo hacerlo evidente.

—¿Vas a empezar?

—También vine a decirte que aparte de mentir, estás equivocado. No sólo es por tenerte bajo mi cama y cumplir una fantasía, es más que eso. Y está bien, quieres un descanso y yo también. Voy a dejarte en paz, voy a dejarte con la incertidumbre de si acaso no te gusta mucho que alguien te ame.

·

Pasaron días. Para HaeChan y RenJun los días eran como un chiste mal contado, porque Jeno y JaeMin no volvieron a importunarlos, pero es que ellos pasaban el día follando.

—¿No pueden conseguirse una habitación?
—se quejó RenJun la primera vez que los vio enrollados, por suerte vestidos, en plena sala. JaeMin le sonrió y, decididamente ignorándolo, volvió a besar a Jeno.

RenJun lo dejó pasar ese día, pero la siguiente vez les echó agua. Así que ellos follaban, en una de sus habitaciones al azar, y hacían mucho ruido.

—¿Pueden comerse la polla en silencio?—casi gritó HaeChan el tercer día, cuando por fin se enteró del espectáculo al volver a su departamento. Ya no pasaba mucho tiempo ahí, lo que evitó que fuese un testigo continuo de aquella pareja.

Pero JaeMin y Jeno no intentaron siquiera controlarse. Les encantaba, y lo amaban más cuando RenJun y HaeChan eran espectadores involuntarios, porque de esa manera estaban presentes de una u otra forma.

Después de decidirse a tener unas cortas vacaciones de la conquista, Jeno y JaeMin descubrieron lo impresionante de las relaciones entre parejas de sangre. Si besar a alguien que te gustaba ya era asombroso, pues besar a la persona con la que estabas destinada era como la droga afrodisiaca más cara del mundo. Una vez que empezaban, no podían parar.

Era hipnotizante, y les consumía.

Se prendían en llamas y no paraban hasta haberse vuelto cenizas.

Al no tener a RenJun y HaeChan con ellos, su lazo comenzó a construirse entre ellos, siendo dependientes del otro, porque no sólo se trataba de sexo. En algún punto, comenzaron a necesitar más que eso, comenzaron a ansiar intimidad, conexión, cariño.

Ni siquiera lo notaron, eran amigos muy cercanos cuando inició, así que un momento estaban bromeando sobre
algo, al otro estaban besándose, y de repente ya estaban murmurando sobre los labios del otro: te quiero.

Fue natural, sin sorpresas, sin miedo ni objeciones.

—¿Y si ellos nunca llegan a querernos?—Sí, de lo que más hablaban era de RenJun y HaeChan, porque a pesar de estar juntos les faltaba dos piezas. Eran como un auto con dos ruedas, sosteniéndose pero sin poder avanzar, balanceándose para encontrar equilibrio, incompleto.

—Lo harán—respondió JaeMin, abrazando por la espalda a Jeno. Ambos estaban desnudos, en su cama, hablando en medio de la oscuridad.

—¿Y si terminamos muertos antes de que suceda?

—Tenemos hasta cumplir veintiocho años, y ni siquiera ha pasado un año, tal vez sí los presionamos un poco.

Queda tiempo.

—¿Y por qué quiero que ellos ya sean parte de esto?

—Porque los conoces y ya nos conectamos—razonó JaeMin—. Los cambia formas tienen diez años para hallar a su pareja y conectarse, sin embargo, nosotros vivimos con ellos, ya nos acostamos, básicamente ya hicimos todo lo que venía después de enamorarnos.

—Pero no nos enamoramos—suspiró Jeno, rozando su nariz contra la clavícula de JaeMin, buscando más contacto—. Nos estamos torturando.

—¿Te has puesto a pensar en la noche en que nos acostamos?—cambió de tema el menor, haciendo que Jeno soltara un quejido.

—No recuerdo mucho de esa noche.

—Yo tampoco, estábamos muy ebrios.

—Pero…—Jeno cerró los ojos, intentando recordar algo en esa memoria en blanco; no halló nada—. Me pregunto si no paramos porque se sentía así de bien, como cuando nos besamos.

—No lo creo, en ese entonces no éramos pareja, quiero decir, de cuatro. Sólo amigos muy ebrios.

—¿Y si no? ¿Y si entonces sí que nos gustó estar juntos e inconscientemente lo repetimos por eso?

En la habitación junto a ellos, un HaeChan despierto, y atento a sus palabras, comenzó a dudar. Era inevitable escucharlos, no porque estuviesen siendo ruidosos, sino porque HaeChan tenía una conexión abrumadora con ellos, aún más cuando estaban juntos.

HaeChan pensó que, tal vez, siempre fue así. Tal vez siempre fueron los cuatro.

Trébol de cuatro hojas - 00line [NCT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora