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Fueron a la reserva el día siguiente.

De alguna forma HaeChan y Jeno coincidieron en que algo de aire libre podría concederle algo de paz a JaeMin. Él, por su parte, iba casi desparramado en la parte de atrás del auto. Jeno podía verlo por el retrovisor, con la vista perdida hacia un horizonte desconocido, con una mueca en los labios y su alma casi flotando fuera de él. JaeMin parecía un extraño muñeco de trapo sin vida, sólo sentado ahí, sin decir ni ver nada.

Jeno sintió una extraña sensación de desapego. Por unos instantes desconoció a JaeMin, ese no era su novio, era un desconocido aterrador. No sabía qué es lo que hacía en su auto, cómo había logrado entrar. Incluso tuvo el impulso de llamar a la policía y decirles que un chico de presencia incómoda parecía necesitar ayuda, que iba en su auto por alguna razón y quería que lo alejaran porque le causaba una profunda inquietud.

—Jeno—llamó HaeChan. Jeno desvió su vista hacia él mientras estaban en semáforo rojo, HaeChan lo veía con preocupación. Jeno mostró una sonrisa suave, una que sabía que no serviría de nada—. Presta más atención a la carretera, es peligroso.

Llegaron a la reserva cerca del mediodía, comieron en silencio dentro del auto. Jeno y HaeChan lo hicieron, JaeMin se limitó a trozar todo lo que debió terminar en su estómago. HaeChan no insistió, Jeno tampoco lo haría. Había algo en su unión que andaba mal, Jeno no tenía que ser un genio para darse cuenta.

Pero, si HaeChan no decía nada, probablemente no fuera tan malo.Se transformaron en cuanto sus piernas tocaron el basto césped del bosque. Los árboles ese día parecían pilaresde una construcción enorme que sostenía el cielo. El verde predominaba ante sus ojos, el verde intenso, llamativo, casi amenazante. Un leopardo de pelaje blanco fue el primero en aparecer con su agraciada forma, le siguió una pantera y finalmente Jeno se convirtió en un lobo gris.

Como era de esperarse, el fresco aire del día motivó a sus animales a correr y animarse, algo que hasta ese día no se habían permitido. Pronto estaban corriendo juntos, como en los viejos tiempos. La carrera la encabezó JaeMin, seguido de un HaeChan que saltaba por las alturas intentando tomar ventaja. De pronto Jeno se quedó atrás ysintió la falta, porque donde antes tenía un compañero en la carrera ahora quedaba un vacío.

El zorro plateado no estaba ahí. Jeno paró sus pasos al ser consciente del detalle.

Desde la lejanía observó a HaeChan y JaeMin, internados en su propio mundo competitivo, siendo uno después de tanto tiempo. Ninguno se dio cuenta de que no estaba ahí, ellos pensaban más en el otro, se estaban divirtiendo, así era. Patas derrapando en el piso, garras arañando la madera para tomar impulso, suaves cortes de aire que se movían a toda velocidad, eso eran; Jeno lo vio de cerca, cómo, tras unos minutos de ardua carrera, al césped cayó una pantera. Las patas mostraron sus garras y al instante ya no estaban divirtiéndose, estaban luchando.

El leopardo saltó a las alturas como pudo, interceptando a la pantera y arrastrándola consigo al piso. Ambos cayeron, pero el leopardo procuró hacer más daño al enemigo. Jeno se interpuso cuando las arremetidas de JaeMin parecían dispuestas a despedazar a HaeChan. El césped tenía algunas manchas de sangre.

JaeMin fue empujado por el lobo, su cuerpo barrió el piso varios metros hasta que tomó el control de sí y se levantó. Sus dientes se mostraban imponentes en medio de sus gruñidos, era un animal.

Jeno vio en sus ojos entonces la misma falta de reconocimiento que él mismo había experimentado con anterioridad, por largos instantes JaeMin no parecía saber quiénes eran ellos, qué hacían ahí, por qué lo estaban siguiendo. JaeMin, como animal, los dejó ir. Fue la siguiente vez que Jeno se sintió muy asustado de Na, porque ese no era su novio, en definitiva, ese era un forastero dispuesto a matarlos.

Trébol de cuatro hojas - 00line [NCT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora