CAPÍTULO CINCO (MAGA)

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Pasé página por página con el ceño tan fruncido que podía ver mis cejas asomar por encima de mis párpados. De vez en cuando desviaba la mirada para procesar con objetividad -y desagradable pero necesaria apatía- lo que acababa de leer.

Otra página…

“Un metro sesenta; aproximadamente sesenta kilos; ojos oscuros; pelo castaño claro; piel morocha (medio bolivianita) 🡪 $8.000 en efectivo las 3 horas. Pago por adelantado y uso de protección (profiláctico) obligatorio. Palmadas, escupidas y ahorcadas son permitidos en Luana, pero consultar en otras chicas."

Me giré para ver a Beanlort, que viajaba en el tren conmigo -justo en el asiento de atrás, ya que ambos preferíamos estar junto a la ventana que junto a el otro-. Tenía una expresión diría casi idéntica a la mía. Sus cejas se juntaban por encima de sus ojos hasta casi tocarse, tenía lindas cejas. Él no levantó la cabeza de sus archivos. Supuse que quería terminar con la lectura lo antes posible. 

Nos habían dado a los agentes del operativo distintas carpetas con lo que necesitábamos saber. 

Nombres, direcciones, teléfonos intervenidos y fotografías de las chicas desaparecidas para ayudar a identificar a las que encontrásemos en la propiedad que sería allanada. 

Por alguna puta razón nos llegó una especie de menú en folleto que manejaban entre los clientes más íntimos -había sido adquirido gracias a un allanamiento anterior de dudoso éxito-, donde se podía elegir a la muchacha con la que querrían estar aquella noche o aquel día. Estos “catálogos” no tenían imágenes, pero podíamos unir la información de sus características físicas ya descritas en los “folletos” con las fotos que nosotros teníamos en la delegación pertenecientes a jóvenes desaparecidos y posibles víctimas de trata, y así reconocer a las que estos muchachos tenían secuestradas. 

“Un metro ochenta; varón de menos de veinte años; piel pálida; ojos oscuros; muy delgado (bien pibito) Tolera por el momento ahorcadas, meadas y escupitajos si se lo prefiere🡪$10000 las tres horas. Pago por adelantado y uso de protección (profiláctico) obligatorio."

Y secuestrados.

Lo que se nos venía ahora era de las peores cosas que nos tocaba hacer.

Encontrarse con nenes semidesnudos; asustadísimos; en un estado de descuido deplorable; y traumatizados quién sabe por qué o por quién; sucios y sin comer. Habiendo sido usados únicamente como un pedazo de carne para darles de jugar a los más enfermitos del país; a quienes me moría por conocer y arrancarles los testículos con mis propias manos.

La bronca empezaba a subir a mi cuello y cabeza.

Esta data no fue fácil de conseguir, hace ocho meses que no teníamos nada nuevo y la investigación venía muy parada. Pero ya íbamos en camino a ver si podíamos desmantelar toda esta mierda, esta vez de manera un tanto más exitosa -en el allanamiento anterior no se logró recuperar ni una sola víctima, o se habían ya ido para el extranjero o las movieron de lugar-.

Nuestra subsecretaría tiene zonas reconocidas de tránsito de trata; sería algo así como los lugares de tránsito de víctimas de la trata en donde empieza todo antes de que lloviese alguna propuesta internacional que hiciera la cosa muchísimo más compleja y turbia. 

Mientras tanto, en esas zonas estudiadas por mucho tiempo -en silencio, sin intervenir, para que no se nos fuese todo al carajo tan rápido- encontramos gente del barrio dispuesta a ayudar. 

Ni una persona, sabiendo lo que pasaba a quizá cuadras de su casa, decía algo. Ya sé, suena como que son unos hijos de puta. Quién sabe si lo son. Lo importante era que el miedo que le tenían a esta gente en el barrio era real e irreprochable.

TODO LO QUE HICE MALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora