CAPÍTULO DIECISIETE (MAGA)

22 1 0
                                    

-Estoy bastante segura de que no iba a morirme.- Mentí. O por lo menos afirmé sin verdadera convicción.

El portero ya se había ido, y no pasaba absolutamente nada. Yo estaba bien, todo estaba ordenado, y el wi-fi había vuelto. Mi único problema era que estaba completamente mojada, y el sillón también, pero tenía miedo de moverme de ahí y perder toda la firmeza que pretendía manifestar. La toalla que me puso Tyler sobre los hombros resultaba patética encima de mi buzo tres talles más grande de lo necesario, que expulsaba agua como si nunca se fuera a acabar. Y el sillón se estaba mojando. Más y más. 

-Supongo que jamás lo sabremos.- Se encogió de hombros, con ninguna expresión en el rostro. Estaba sentado en el piso, con la mesa de café en medio de nosotros. 

-¿Cómo que no? Lo estamos sabiendo justo ahora. Estoy bien.- Me estaba resultando casi imposible no temblar del frío, pero sabía que eso representaría vulnerabilidad, y ya me habían dado por muerta, así que más vulnerabilidad no necesitaba. 

Quería cerrar los ojos. Mi respiración era calma, y de a ratos ya no lo era.

-¿Querés cambiarte y dormir?- Me preguntó, aún sin ninguna expresión en particular. Me pregunté si estaba pensando en algo, si su gesto vacío representaba realmente lo que había en su interior. 

Obviamente estaba pensando en algo. Estaba pensando en el asco que sentía y en la pena que debía de darle. Y se esforzaba tanto por ocultarlo en su rostro, que la emoción se le escapaba por cada poro de la piel. Y por los ojos, obviamente. Los ojos nunca mienten.

Me levanté y sostuve la toalla mojada entre mis manos, sentía que pesaba una barbaridad.

Caminé con lentitud y precaución hasta mí cuarto. Mis ojos imploraban que los dejase cerrados.

-¿Tenés pensado quedarte?- Le pregunté a Tyler alzando la voz para compensar la distancia.

Su respuesta fue un silencio prolongado. Supuse que no sabía aún lo que iba a hacer. Yo esperaba que se fuera, para ser honesta. No me gustaba tener gente en mí casa y mucho menos si estaba ahí para controlarme. Era mí casa y yo debería ser quien controlara la situación. Y ahora solo quería dormir. 

Dejé mí buzo empapado en una esquina de la habitación y me puse un vestido rosa bastante gastado con una campera rompevientos de colores oscuros que le había robado a mí tío cuando este había dejado de ser obeso.

Bajé la vista hacia la cama. Cerré los ojos. 

-¿Querés que me vaya? 

Escuché la voz de Tyler distorsionada en mis oídos aún tapados. Me ardía la garganta en donde había introducido sus dedos con demasiada violencia. 

Sí.

Quiero que te vayas. 

Necesito que te vayas.

Me acosté en la cama debajo del acolchado y me quedé dormida antes de poder contestarle. Quizá su presencia resultó reconfortante, después de todo. Porque el sueño pudo más que la ansiedad de saber que había un delincuente en mi living.

TODO LO QUE HICE MALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora