CAPÍTULO DIECIOCHO (TYLER)

34 2 0
                                    

"¿Eso es? La muerte, al ser el final, ¿Es el fin mismo de todo? 

¿Y entonces el agobio es apurarse a entender la vida porque luego nos enterrarán o cremarán y ya no podríamos pensar?

Por lo tanto si no hubiese muerte, no habría presión alguna y nada de lo que hacemos ahora con apuro o fatiga tendría sentido y entonces la calma sería tan placentera que no necesitaríamos entender nada.

Lamentablemente no es así.

Nos queda sólo buscar esa calma entre el caos y la necesidad constante de nuestra voluntad natural de existir; y no sufrir la energía y las señales de agobio,

sino reírse ante lo ridículo que es todo esto".

"¿Cómo será llegar a entender aquello que nos mantendrá entonces en una satisfacción eterna? ¿Acaso será una sensación de desasosiego constante? ¿Acaso es todo un invento y no existe tal cosa como una "sensación" buena o mala, y que cuando lo reprimamos encontraremos la verdad? Que a su vez, nos satisfaga."

"Nunca es suficiente. 

En vano es llenarte de cosas inútiles para olvidarte de cuánto te duele existir."

Aquellos textos sueltos estaban en dos hojas blancas debajo de la mesita que se encontraba frente al sillón. No tenían fecha, pero había una lapicera del mismo color que la tinta sobre las hojas también en el suelo. Supuse que esto había sido escrito durante el episodio de la tarde anterior, aquella tarde previa a mí llegada y que conectó de forma directa a Maga con la idea de su muerte.

Se notaba la tendencia al dramatismo en su escritura, en su redacción. De todas formas no busqué menospreciar sus palabras. Maga la estaba pasando mal. Muy mal. Y no sabía bien qué hacer.

Y yo la entendía. 

Y lo único que se me ocurría hacer para ayudar, en esos momentos, era asegurarme de que no estaría sola en cuanto despertara y se diera cuenta de que, en efecto, seguía viva.

Continué tomando mates sentado en la reposera junto al ventanal que separaba al living del balcón. Había mucho viento, por lo que mantuve apenas abierto para que se ventilara el lugar.

No había tenido que ordenar ni limpiar casi nada -aunque me hubiera gustado tener algo para hacer, y limpiar solía ayudarme a liberar las tensiones-. Era como si Magalí se hubiera encargado de dejar todo en condiciones para que no hubiera tanto desastre, más allá del desastre del hecho en sí. 

Apenas había dormido un poco, a pesar de la extrema comodidad del sofá. Me vi obligado a chequear la respiración de Maga de vez en cuando, como para cerciorarse. Además me había decidido a determinar cuántas pastillas había tenido ella a su disposición, en base a cuántos blisters vacíos pudiese encontrar. El problema es que no había encontrado ni uno. 

De todas formas no cambiaría nada. Pero me pregunté por qué mierda los había escondido. Era claro, para mí, que aquel medio blister que había visto junto a su cama no era lo único que había ingerido, ni tampoco el ron que quedaba parecía haber sido suficiente. Maga tendría una alta tolerancia a este tipo de sustancias, aquello no hubiera alcanzado. 

Escuché una puerta cerrarse y el agua de la ducha empezar a correr.

Sin levantarme de la reposera, estiré mí brazo para apoyar los dos papeles en el mueble del televisor. Continué con mí meditación silenciosa enfrentado al balcón e intentando divisar algo interesante entre la marea de edificios. Imploraba por divisar el horizonte, sin importar qué tan feo éste se me presentase. Pero estábamos rodeados de ladrillos y cristal. 

Renové la yerba para que Maga disfrutara de unos mates decentes, recién hechos. Le puse endulzante artificial al termo, porque así lo tomaba -desgraciadamente para mí, que lo tomaba amargo-, y volví a sentarme en la reposera. 

TODO LO QUE HICE MALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora