CAPÍTULO VEINTIOCHO (TYLER)

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Maga no me hablaba desde hacía días. Al final de todas las noches me mandaba un audio diciendo: “otro día sin sobredosis ni accidentes, no estés preocupado” como a modo de broma, pero después no contestaba ninguna otra cosa que yo le enviase. Aunque también era una manera inteligente de asegurarse de que no le rompería las pelotas con mi preocupación crónica.

Intenté desentenderme de mi curiosidad y seguir con mi realidad. Humedad, transpiración, y un sol infernal. Ventiladores demasiado débiles como para lograr refrescar. y un consumo masivo de pasta base en la región oeste del conurbano. 

-Rodri, no te aguanto más. Me voy ahora. 

Me bajé de la camioneta en el semáforo y lo miré desde afuera, entornando los ojos. El tránsito de la capital estaba insoportable, y mi compañero también, así que se me ocurrió que podía ir caminando hasta casa.

-Andá nomás, máquina. Nadie te detiene. 

Me levantó el dedo medio sin mirarme y siguió su camino. 

Pasé por un quiosco y me compré un jugo para ir tomando mientras fumaba. 

Se notaba menos gente por la calle, a pesar del tránsito siempre presente. Supuse que muchos se habían ido a la costa por las vacaciones de verano. 

Me imaginé el mar bajo este sol abrasador, el viento con olor a sal y la humedad salada que te cubría toda la piel. Me imaginé quemándome los pies con la arena ardiente después de haber estado expuesta bajo el sol del mediodía, me imaginé sólo. Y después pensé en Maga. Conmigo, recibiendo un poco de saludable vitamina D, con la mirada descansada y contemplativa, mirando hacia el infinito horizonte por lo que parecían ser horas.

Me la imaginé diciendo algo como "El mar es eterno. Como las ideas. Parece inmutable. Pertenece a todas las generaciones, todos los tiempos antes que yo" ó "me pregunto cuántas personas se habrán sentado sobre esta misma arena, bajo este mismo sol, frente a este mismo mar" ó "entiendo que no es exactamente el mismo mar, pues un hombre no es el mismo hombre y el río no es el mismo río. Pero en esencia lo es. Es eterno, y siempre igual."

Me dije que buscaría la manera de ver el mar en algún momento durante el verano, que no me lo perdería por ser un puto esclavo del sistema, que me lo merecía. 

De repente me sentía muy poco libre. Siempre me imaginé teniendo una manera de vivir poco convencional. De alguna forma, en mi imaginación, estaba siempre moviéndome hacia algo, y hacia nada a la vez. Lo que menos me imaginaba era estar atado a un trabajo que parecía no tener fin, y que tampoco parecía dejarlo a uno ir realmente. 

De todas formas no me consideraba un tipo miserable, en eso era bastante estoico; como poéticamente resignado. Si yo me sentía bien, entonces no había realmente nada de lo que preocuparse. Vivía tranquilo, nadie me jodía, trabajaba muy de vez en cuando y tenía todo el porro que podía llegar a querer. 

Y lo tenía a Whitman,   a Creedence,  el mate, y el tabaco. Y a Maga, me gustaba Maga en mi vida, de cualquier manera posible. Y tenía muchas otras cosas más que en ese momento no se me venían a la cabeza, porque el porro y el sol contra mis párpados eran lo único en lo que podía pensar mientras caminaba tranquilo hasta casa. 

-”Y tú amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.”- Escuché a un tipo recitando fragmentos de la biblia en voz alta y en un tono espeluznante, como levemente agonizante, como alguien que parece estar impartiendo miedo, y no amor. Estaba apoyado contra el semáforo, las manos en los bolsillos y la cabeza algo inclinada hacia atrás. 

Me hizo pensar en mi mamá. En una época se había inclinado por la fe, como para estar agarrada de algo. Pronto volvió al abuso de opioides, y la fe mezclada con opioides y abstinencia era una combinación pésima, extremadamente vomitiva. Y violenta.

TODO LO QUE HICE MALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora