CAPÍTULO TREINTA Y UNO (MAGA)

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"(Sin fecha):

No podría decirte con exactitud lo que quisiera que pase a continuación.

Mi mente se niega a pensar en las posibilidades. Prefiere no probar, intenta ponerle palabras a mi miedo. Tengo miedo de conocerte. Y de conocerme conociéndote.

Es tan raro. Se me hace tan raro.

Igual, para mí, esto debe ser más que nada una costumbre. Siento que, en realidad, es muy probable que no estés en ningún lado, en ninguna persona. Pero eso es más bien mi culpa. Temo que tengo una muy vaga idea de vos, lo que hace difícil imaginarte siendo real, siendo persona.

Y, lo cierto es que no tengo ganas de salir a buscarte. Si te soy honesta, no me siento preparada. Tengo muchos rótulos conmigo misma, no me siento normal, como algo muy adentro mío -muy mío- que asegura que no estoy hecha para esto.

Por eso me abrigo en la fantasía. En la fantasía podes ser todo lo que yo quiera. Existís de diferentes formas.

Y no tengo miedo.

No.

Todo lo que tengo es amor."

"Me olvido de lo importante.

Me acuerdo de lo insignificante.

Soy basura, porque no logro valorar el hermoso paisaje.

Te amo

Te amo

Te amo."

"Y ¿Cómo sé cuándo me he desviado? si la meta aún la noto a la distancia. Y cómo sé entonces que no estoy estropeando todo a cada paso que doy.

Porque todo puede acabarse para siempre por dar un paso en falso, por un pozo no previsto, por quedarse mirando demasiado tiempo las estrellas."

"Continúo fijándome en el mismo detalle una y otra vez. Y me equivoco.

El sol del medio día logra acompasar esa angustia que me genera el no entender nada de mí misma. El viento en la cara, que no hace picar mi nariz.

Frescura es un concepto que se me hace perfecto. Y ojalá hubiese algo de ella en mi.

Y cuando veo el sol de la mañana, a través de las hojas y de las ramas, me siento ida de mi, me siento ida del mundo.

Y cuando veo de cerca el pasto bien crecido,

Y cuando respiro hondo.

Ahí puedo sentir quizás un dejo de su esencia.

Y ahí entiendo,

Aunque sea por un rato,

Que no hay nada que entender."

Estaba empapada de pies a cabeza. Las sábanas se adherían a mis piernas y mi estómago, el sudor frío se sentía horrible y no podía sacármelo de encima. Pero no podía moverme. A través de la ventana de mi nueva habitación -ventana que aún no había aprendido a cerrar- entraba un viento frío, helado, y constante. Debajo de las frazadas había empezado a transpirar, y sabía que tendría que levantarme, cerrar la ventana, darme una ducha, lo que fuera.

Pero no. No pude moverme, no me digné a abrir los ojos, me limité a llorar. Tuve que abrirlos para dejar salir las lágrimas, que me hacían arder.

Los únicos movimientos que me veía posibilitada a realizar, eran los desagradables espasmos provocados por el llanto. Aquel llanto desesperado de madrugada, aquel llanto que lo hace a uno pensar: ¿Esto es todo? ¿Este será, de una vez y para siempre, mi estado natural, mi estado más noble, más puro? ¿Es esto todo lo que soy a partir de ahora? Un cuerpo empapado en un sudor frío, un rostro cubierto de lágrimas, temblando tanto por el frío como por la angustia, no siendo capaz de sentir o hacer nada, más que padecer.

TODO LO QUE HICE MALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora