Capítulo 1

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A veces me preguntó cómo sucedió toda esta mierda.

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—¡¡Renzo!!, ¡¡por favor espera!!.— grite desesperada mientras me arrastraban.

—¡¡Cierra la maldita boca!!.— dijo enfurecido, avanzando para luego tirarme con violencia dentro de una celda.

Caí de cara, lastimandome la frente, enseguida me di la vuelta, viendo al mencionado mirándome con odio.

Mientras que atrás de él habían otros sujetos, uno de ellos tenía el rostro irritado, mientras que a su lado se encontraba el otro sujeto, este era más grande en estatura, su rostro no mostraba emoción alguna, solo estaba quieto como una estatua.

Renzo se acercó a la reja, colocando sus manos en esta mientras me miraba con desprecio, hasta que hablo.

—Escúchame, por qué está es la última vez que te lo diré.— dijo con rabia contenida, apretando el agarre en los barrotes de metal.


Esta es la última que me desobedeces, si llegas a poner un pie fuera de aquí, te juro que no la vas a contar, mataré a todo lo que se me ponga en el camino para acabar contigo.
    

—¡¡Tiene que estar cerca!!.


Puedes estar segura de que terminarás como tu padre.
   

—¡Búsquenla!.


Bajo tierra.
    

—¡¡NO DEJEN QUE ESCAPE!!.


Prefiero morir que estar contigo.

       
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¡¡PAPÁ!!
    

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Era una noche lluviosa, más bien una tormenta, de las muchas de este devastado mundo.
Miraba por la ventana del edificio abandonado de los muchos que había.

Humedad, suciedad, vidrios rotos, pedazos de concreto, goteras...

Todo era muy tétrico, como todo en esta ciudad abandonada.

Menos cuando es de día, todo se ve "hermoso".

Hacía varios días que no dormía bien, o mejor dicho, hace años que no lo hago.

Ya estaba cabezeando del sueño, apunto de cerrar los ojos, escuché un ruido metálico que se escuchó por todo el establecimiento, quitándome el sueño en un segundo y alertandome.

¿Serán ellos?...

Rápido me acerque a la puerta de la oficina con sumo cuidado de no hacer ruido.

Asome mi cabeza para ver si veía algo por los largos pasillos, solo como resultado, no ver casi nada, apenas la luz de la luna entraba por las ventanas.

Seguí mirando cuando de pronto, escuché el crujir de los pedazos de cristal de otro lado del pasillo, cuando me di la vuelta, la luz de una linterna me cegó, abrí mis ojos de sobremanera al darme cuenta de quién era.

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