Capítulo 3

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♕3- Bendito dolor de pata

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3- Bendito dolor de pata.

Esa misión no me agradaba. Al principio, acepté el hecho de no lastimar al tipo porque pensé que era alguien con falta de aceptación, alguien que se sentía mal consigo mismo y que era cruel con las mujeres para sentirse como un macho alfa. Y lo admito, no pude estar más equivocada. Parecía ser cruel por gusto.

Lo que me enfadaba no era que se viera bien por fuera, sino que estuviera podrido por dentro. Tal vez muchos sabían de su comportamiento inmoral, pero, solo con ver la cantidad de dinero que portaba, guardaban silencio y actuaban como si nada estuviera pasando.

O puede que nadie supiera nada.

Es cierto que a veces las personas tienen que sufrir para aprender a defenderse, pero, puede que la mujer que nos contrató no sabía o no quería hacerlo, nosotras la ayudaríamos. Además, pedir ayuda es como defenderse. Sí, digamos que sí.

Me quedé observando las fotos que las gemelas le tomaron a Keller por más tiempo del que me gustaría admitir, pero todo fue para obtener el plan perfecto.

Juro que todo fue por el plan.

Estúpido. Incluso distraído luce bien.

Su cabello negro estaba peinado hacia atrás, pero varios mechones tocaban su frente, no tenía barba. Se notaba lo caro de su traje verde azulado. Incluso supuse que el pañuelo que tenía en el bolsillo de la chaqueta era más caro que muchas cosas de las que yo era propietaria.

Golpeé la foto y me levanté del sofá. Caminé hacia el baño, y me encerré en la ducha. El agua estaba tibia, pero no lograba relajarme.

¿Lo lastimo o dejo que se vaya ileso?

El plan que tenía era tan sencillo que no le tocaría ni siquiera un mechón de su cabello. No sabía si lograría no golpearlo, pero intentaría controlarme. Si no funcionaba, iba a decir que él me atacó, de ese modo, nadie podría decir que seguía siendo impulsiva.

La última vez lo fui, así que prefería hacer las cosas bien. Si quería seguir saliendo al campo, no podía fallar.

No me gustaba tanto la tortura como a las demás chicas, pero no me molestaba la idea de sentar al decadente de integridad en una silla eléctrica y mostrarle quién estaba en la cima de la pirámide de supervivencia.

Salí del cuarto de baño, y me puse el uniforme de empleada, que consistía en un pantalón negro, ajustado, y una camisa mangas cortas de color blanco, y de color rojo opaco los bordes de las mangas y el cuello.

Amarré mi pelo marrón en una coleta baja y salí de mi casa, con las fotos en mi bolso, claro.

El taxi que llamé ya estaba enfrente, así que tuve que perder tiempo esperando. Me subí en el taxi, tratando de pensar en otra cosa, pero nada era tan atractivo como el hecho de hacer sufrir a ese tal Keller.

El plan de SageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora