Capítulo 5

2.1K 295 213
                                    

♕5- Me alegra que tenga unos hermosos ojos, señorita Jones

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

5- Me alegra que tenga unos hermosos ojos, señorita Jones.

Todo empresario que se respete tiene una excelente secretaria, y con Keller esa no fue la excepción.

No es tan sencillo ser secretaria de alguien que está en un nivel tan alto, así que hice que su secretaria se desapareciera de mi campo de visión. No la golpeé, ni la maté. ¡Dios! Claro que no. Esa señora tenía algunos sesenta años. Solo hice que fuera a atender a sus nietos. Le pedí a Cinthya que le hiciera llegar un correo electrónico de su hija. Cinthya hackeó la cuenta de la hija de la señora Beatriz y le envió un mensaje a la exsecretaria. Beatriz renunció la noche anterior, y ese día había una audición para una nueva secretaria.

La entrevista se realizó en el décimo piso.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Salí y vi la gran multitud de aspirantes a secretarías. La información de que se solicitaba una secretaria salió en la madrugada, y la empresa estaba llena desde temprano.

Caminé y me acerqué a la multitud. Observé a cada chica y tomé asiento.

Ese piso era como un salón de espera. A pesar de la cantidad de personas, seguía estando vacío, por así decirlo.

Mis ojos se empezaron a pasear, admirando el lugar y odiando el vestuario de muchas aspirantes. Algunas pecaban de exhibicionistas, y otras pecaban de tantos colores. Pensé que se trataba de una entrevista, no de un circo y mucho menos de un bar. Muchas parecían mayores de cuarenta, otras menores de treinta y otras parecían que acababan de salir de la secundaria.

Las aspirantes a secretaría no dejaban de parlotear entre ellas, eran ruidosas y molestas. Y con la poca paciencia que solía tener, estuve deseando darles con mis zapatos de tacón en la cabeza. Sin embargo, no golpeé a nadie.

Era necesario que controlara mis impulsos.

Los minutos pasaron, pero las conversaciones no se detuvieron, incluso se intensificaron más. Mi puño izquierdo estaba apretado, y las uñas querían penetrar el interior de mi palma, se escuchaba el rechinido que emitían mis dientes, mi corazón latía con violencia.

Lo estoy intentando, pero no puedo más.

Abrí mi bolso para lanzar gas pimienta en todo ese lugar; sin embargo, mi acto de violencia se detuvo cuando vi que mi reloj marcó las 8:00 AM.

Las ruidosas se callaron, las que estaban enojadas se sosegaron, las que estaban llorando se contuvieron... Todo porque las puertas del ascensor se abrieron, dejando al descubierto al derrite icebergs.

Todas lo están mirando con mucho detenimiento, y no miento cuando digo que algunas babearon. Sabía que, si alguien les chasqueaba los dedos en sus caras, no iban a escuchar ni ver nada.

Tap. Tap. Tap.

Keller empezó a caminar hacia nosotras, y lo único que se escuchaba era el sonido de sus pasos. Su actitud despreocupada, altiva y engreída, era su mayor accesorio. Llevaba puesto un traje gris oscuro, la camisa era blanca, y no llevaba corbata.

El plan de SageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora