♕25- Mírame, Sage. Mírame
No fue fácil convivir con Keller. No me refiero a que me molestó su presencia, me refiero a que fue extraño verlo sonreír tan seguido, hablar con naturalidad, verlo relajado, encontrarme con las miradas fulgidas que me dedicaba, las sonrisas coquetas..., estaba acostumbrada a sus gruñidos, a su ceño fruncido, a sus gritos...
No creía que se debía a una forma de buscar el lado malo de las cosas, pero me negaba a pensar que Keller era un ser agradable.
Pero ¿por qué rayos lo seguía queriendo?
Puse mi mayor esfuerzo para no estar a solas con Keller, pero mi madre puso todos los suyos para conseguirlo. Y ella ganó todas las veces. Pero yo no había hablado con el troglodita, no de las dudas que merodeaban en mi mente.
Unos días antes, cuando Keller y yo fuimos a comprar verduras, algunos de los chicos que estudiaron con él nos reconocieron y le vociferaron: Sabía que lo conseguirías. Pero los ignoré, sé que se referían a que Keller conseguiría que le dispararan en la pierna.
Tuve conversaciones con Adara y Edrick acerca de las tonterías de acercarnos a Keller y a mí, pero no se daban por vencidos. Parece que no les quedaba claro que mi exjefe no era lo que ellos pensaban.
Todos están viviendo en un engaño, o tal vez se contagiaron de la enfermedad Keller.
Pero un día todos salieron y nos dejaron al troglodita y a mí solos en la sala de estar.
—Tu herida está a punto de cicatrizar —comentó, colocando la venda en mi brazo.
¿Por qué estaba cuidando de mi herida? Por culpa de mi madre.
Y, por si fuera poco, era mi turno de aplicarle el ungüento en la pierna.
—Te dije que te pusieras unos pantalones cortos —gruñí.
Keller se quitó el guante y lo colocó en la mesita.
—Y yo te dije que no uso esas estupideces.
Solté una gran cantidad de aire por la nariz y entrecerré los ojos.
—¿Recuerdas que cortamos uno de tus pantalones por la mitad? Debiste ponerte esos.
Estábamos en la rutina de cuidarnos las heridas mutuamente, de preguntarnos cómo estábamos..., pero aplazábamos la conversación. Bueno, yo fui la que decidió no hablar de las cosas por las que habíamos pasado.
También tuve que acompañarlo en sus salidas a las 5:30 AM. Todo por culpa de mi madre. Pero Killer también nos acompañaba. Y cuando Keller decía algo referente a un nosotros, yo utilizaba al rottweiler como un escudo.
Las caminatas fueron cortas al principio, ya que la herida que tenía en la pierna derecha no colaboraba con el ritmo de su rutina, pero su cuerpo le exigía moverse a esa hora.
ESTÁS LEYENDO
El plan de Sage
RomanceEs cierto que las palabras no provocan daño físico, pero penetran hasta los más profundo de tu mente, y se adentran en tu corazón. Una vez cada palabra de aversión se acumula en ese órgano tan esencial, la dureza y la oscuridad se apoderan de él, ha...