Capítulo 22: 1ra parte

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♕22- Ten por seguro que cuando quiera matarlo, no lo haré con tu ayuda

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22- Ten por seguro que cuando quiera matarlo, no lo haré con tu ayuda.

Podía reírme de lo irónico de ese momento, pero no tenía gracia. Y tampoco fue gracioso el dolor que sentí en mi cara. Se suponía que Kelya era mi amiga en la oficina.

Pero fue mi culpa, debí imaginármelo, solo que estar tan enfocada en Keller me hizo olvidar que era necesario observar a los demás con detenimiento. Desde el principio, noté algo de odio y resentimiento en ella, pero... ¡Dios! ¿Por qué tuve que distraerme?

A eso se refería Cinthya cuando me dijo que nada de sentimientos, solo que creí que lo había superado, pensé que Keller era parte del pasado, pensé que no sentiría todo lo que estaba sintiendo en esas semanas.

Se suponía que lo odiaba, pero había una contrariedad entre mi mente y mi corazón. Mi mente me pedía que lo odiara, mi corazón me exigía que lo amara.

Pero, ignorando la guerra que tenía conmigo misma, había una guerra en la que estábamos. Y lo irónico de todo eso fue que estábamos atados, los cuatro estábamos atados.

Los reflectores que antes usamos para asustar a Keller, los estaban usando contra nosotros. Solo que no estábamos en el pequeño cuarto, estábamos en el mismo lugar en el que nos golpearon para que perdiéramos el conocimiento.

Aunque la refulgente luz de los reflectores me impedía visualizar todo, sabía que solo estábamos atados nosotros cuatro. Y eso era lo importante, necesitaba que las demás estuvieran bien.

—Qué hermoso detalle traer cuerdas y reflectores —dijo Kelya, burlona.

Escuché cómo los cuatro soltamos un bufido al mismo tiempo.

—El sadismo no te queda —expresó Connor.

—Connor...

—Cuando quieras besarme, te quedarás con las ganas. Nunca volverás a probar mis labios.

—¿La besaste? —inquirió Cinthya, ¿enfadada?

—Solo una vez, y nunca volveré a hacerlo.

—¡Connor! —gruñó Kelya.

—Señor Bakers para ti.

—Debes saber escoger con quienes tienes aventuras, Connor —gruñó Cinthya.

—Supe escoger contigo —expresó el socio de Keller.

¿De dónde rayos se conocen estos dos?

—¿Señor Bakers? —inquirí.

—Oh, cierto. Soy el medio hermano de Keller. Mucho gusto.

¿Qué? ¿Qué?

—¡Cállense!

Kelya les ordenó a sus secuaces que les disminuyeran la luminosidad a los reflectores, y así lo hicieron. Mi examiga se colocó frente a nosotros con superioridad y miró a Keller a los ojos.

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