Capítulo 9

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♕9- La ropa no me hace lucir bien, yo hago que la ropa luzca bien

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9- La ropa no me hace lucir bien, yo hago que la ropa luzca bien.

El día anterior, después de hablar con mi equipo, regresé a la casa colorida y volví a ser la estúpida Sasha Jones. Aproveché gran parte de la noche para ver videos de cómo ser una mejor secretaria. YouTube lo tiene todo, solo espero que no haya un estúpido video en el que te enseñen a beber agua o a respirar. Ese sería el colmo.

—Wow. Pensé que no regresarías —dijo Kelya, la secretaria nerviosa.

—No soy de las que huyen —dije, cortante.

—Se nota. Después de esa humillación, yo le habría escupido en la cara.

¿Acaso noto odio en su voz?

Una enorme sonrisa mental se dibujó en mis labios.

—¿Hace mucho que trabajas aquí, Kelya Brown?

Una pequeña sonrisa apareció en los labios de Kelya.

—Tengo dos años aquí. Llegué como pasante, luego me utilizaron como sustituta, y ahora soy la segunda secretaria del señor Bakers.

—¿Segunda?

A partir de ahí, mi interés aumentó a un noventa por ciento.

—Sí. Tú eres la primera —aclaró.

—¿Por qué dos secretarias?

Kelya se encogió de hombros.

—Supongo que para que tú babees desde adentro, y para que yo babee desde aquí afuera.

Suena descabellado, pero tiene sentido.

Estábamos en el piso número 25. Ahí había varios empleados, y sus cubículos eran de cristal, tenían la facilidad de observarlo todo desde sus puestos de trabajo. Kelya tenía su escritorio al lado de la puerta de la oficina de Keller, y a mí me tocaba estar adentro con el señor Bakers.

—¿Te gusta? —pregunté—. El jefe —aclaré.

Era menester estar segura del tipo de persona que era la secretaria número dos. No necesitaba a una chica que disminuyera mis posibilidades de hacerle jaque mate a Keller, necesitaba a alguien que me impulsara a tomar el control del tablero. ¿Y cómo sería eso posible? Sencillo, solo necesitaba tener informaciones vitales de mi jefe.

Kelya soltó una carcajada.

—¿Gustarme? Por favor. Yo me casaría con ese hombre, aunque me encierre en un calabozo sin darme comida.

Hice una mueca de desagrado. Tal vez ella fuera una idiota, pero podía darme las informaciones que buscaba.

—Es que el suelo que pisa vale oro —continuó—. Estoy considerando robarle algo para empeñarlo. Me paga bien, pero nunca se tiene suficiente dinero. Y menos con las posibilidades de que se forme una guerra en estos tiempos.

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