♕16- Ya estás muerta, él quiere darte vida.
Cuando Keller y yo terminamos de ordenar los documentos, salimos de la empresa y nos dirigimos hacia su mansión.
Lo sorprendente de su ostentosa casa es que todas las veces que estuve en ella descubrí nuevas habitaciones. Aún me faltaban muchos lugares por recorrer en ese lugar, pero no tenía prisa en hacerlo.
Si alguien me preguntaba quién era el responsable de la hermosa y delicada decoración de la mansión, respondería que se trataba de decoradores privados, ya que dudaba que Keller fuera portador de las habilidades decorativas de un hogar.
No, no lo es.
No quería ser una chismosa, aunque estar detrás del mostrador de El Postre y relacionarme con Kelya me impulsan a serlo, pero estuve investigando si Keller tenía otra novia o una amante; sin embargo, no había nadie.
Supuse que se estaba cuidando de eso. Aunque todavía me faltaba descubrir a quién tenía planeado embarazar.
Keller me pidió que me diera una ducha en uno de los baños de la planta baja y que entrara en una de las habitaciones que se encontraban en el ala izquierda de la casa, así que hice todo lo que me pidió.
Debía actuar como una tonta para despistarlo, pero a veces era necesario que le recordara que no se equivocó al seleccionarme como su secretaria.
No necesito que seas la estúpida Sasha.
Cuando salí del cuarto de baño, esperaba encontrar comida, una nave espacial..., cualquier cosa, excepto una infestación de chusmas, digo de estilistas. La habitación tenía un perchero con una gran variedad de vestidos negros, varias sillas, un enorme espejo..., era como si fuera un estudio de maquillaje. O como si me fueran a preparar para una pasarela de moda.
Keller estaba sentado en una silla, su mirada enfocada en mí.
Killer se acercó a mí, y saludé al rottweiler, agradecida de que me proporcionara la distracción para huir de la mirada del señor Bakers.
—Psss. Berta —la llamé en voz baja.
La señora se acercó a mí.
—¿Acaso Keller me quiere matar? —le pregunté en voz baja.
La mujer me miró a los ojos.
—Ya estás muerta, él quiere darte vida —expresó.
—¿Qué?
—Que no tienes estilo. Si no fuera por él, seguirías luciendo como una mendiga. Pero, por lo menos, no tienes el pijama de Barbie —comentó, encogiéndose de hombros.
Odiaba cuando esa mujer empezaba a soltar tonterías por su boca. Ella ni siquiera conocía mi estilo de vestir. Solo me vio una vez con el pijama. ¡Una vez!
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El plan de Sage
RomanceEs cierto que las palabras no provocan daño físico, pero penetran hasta los más profundo de tu mente, y se adentran en tu corazón. Una vez cada palabra de aversión se acumula en ese órgano tan esencial, la dureza y la oscuridad se apoderan de él, ha...