Capítulo 11

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♕11- ¿Sabes qué? Ya no te tengo miedo

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11- ¿Sabes qué? Ya no te tengo miedo. Si me vas a matar, mátame de una buena vez.

Estuve buscando los documentos de Connor, esos que hablaban de los nuevos contratos, pero no los había encontrado. Tal vez eran confidenciales, o tal vez Connor los tenía.

Le pregunté a Kelya acerca de dichos negocios, pero la secretaria número dos no sabía nada del asunto, así que era obvio que esos documentos tenían suma importancia, y, por ende, yo debía encontrarlos.

Por esa simple razón, decidí llegar más temprano a la empresa. Necesitaba ver esos documentos, leerlos, tocarlo, arruinarlos. Esos documentos me darían la ventaja que tanto quería.

—¿Qué estás haciendo?

Mi cuerpo entero se estremeció. No esperaba que llegara tan temprano, pero ese día me sorprendió. Me merecía esos minutos de paz, en los que podría buscar esos documentos, encontrarlos y hacer lo primero que se me ocurriera con ellos.

Tragué saliva y me giré hacia él.

—Holis, buenos días, jefe.

—¿Qué estás haciendo? —repitió, con la ceja arqueada.

—Ordenando sus documentos.

—¿No hiciste eso ayer?

—Soy obsesiva.

—Se nota. ¿Y mi expreso?

—Iré a buscarlo ahora mismo.

Salí de la oficina y fui a buscar el expreso de Keller.

Rayos. ¿Por qué llegó tan temprano?

Mientras iba en busca de su expreso, recordé la primera vez que estuve en su casa, cuando él estaba acostado en su cama, y yo entré sin pedir permiso. Esa madrugada pude notar un tatuaje en la parte baja de su abdomen, solo que no pude identificar qué tipo de tatuaje era.

Sabía que estaba en el lado izquierdo de su torso, pero no lo pude vislumbrar por la distancia que nos separaba.

Puede que se tratara de un animal, de algo trivial o de algo que podría ser esencial para mis investigaciones. Quería, no, necesitaba ver de qué se trataba.

¿Y si...? Aaaaah, me gusta cómo pienso.

Compré dos expresos y regresé a la oficina.

Solo había algo que podía hacer. Tendría más oportunidades para repetirlo, pero se notaría que no era un error. Así que, por así decirlo, era esencial que lo lograra a la primera.

Llevaba los dos expresos en una pequeña bandeja, que sostenía con ambas manos, y mi bolso estaba en mi boca.

Entré en la oficina de mi jefe y caminé hacia él para hacer lo normal (que era poner su expreso sobre su escritorio), sin embargo, no completé el proceso porque me "tropecé" y le lancé todo el líquido en su hermosa camisa blanca.

El plan de SageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora