Capítulo 28

2K 303 342
                                    

♕♔Último capítulo♔♕

♕28- Me debes un auto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

28- Me debes un auto.

Estuve intentando dormir, pero el sueño había decidido huir de mí, así que tomé uno de los libros de Keller y me senté en el sillón. Y no me importaba que se quejara, esos libros se habían convertido en parte de mi propiedad.

No sé cuántas horas pasaron, pero lo que sí sé es que no avancé más allá de la primera línea del primer párrafo. Y ni siquiera logré entender esas pocas palabras que leí varias veces. ¿Por qué? porque estuve mirando el rostro de Keller cada dos segundos.

¿Es normal que alguien duerma durante tantas horas? Sé que le dieron pastillas, pero solo fueron para que descansara un poco, no para que durmiera durante más de ocho horas.

Dejé de mirar su rostro y me enfoqué en la página del libro.

El intento fue en vano, pero seguía esforzándome en distraer mi mente del dolor que yacía en mi pecho. Quería que despertara, que me dijera que estaba bien, quizás así hubiera conseguido terminar por lo menos la primera página del libro.

—Te dije que no te prestaría mis libros —murmuró con la voz un poco ronca.

Levanté la cabeza y me enfoqué en su rostro. Keller se sentó en la cama y se frotó el rostro con ambas manos mientras pegaba su espalda en el cabecero de la cama.

—Despertaste.

Keller bostezó.

—Llevo alrededor de treinta minutos viendo cómo no cambias de página.

Unas fuertes ganas de correr hacia él y abrazarlo hicieron acto de presencia, pero me convencí de que lo mejor era dejarlo descansar un poco, aunque ya había descansado suficiente. Supongo que se debía a que no sabía qué hacer con exactitud, era extraño aceptar que él no era malo y que yo no acertaba siempre.

—Soy dueña de esta casa —alegué—, así que puedo leer los libros que quiera.

Keller detuvo los movimientos de sus manos y me sonrió.

—Eso es cierto —agarró el vaso de agua y humedeció su garganta con el líquido—. Estamos casados, así que, rompas o no el contrato que me hiciste firmar, eres la dueña de todo lo que tengo.

—Como si eso me importara.

Keller sonrió y se puso de pie.

—Sé que no te importa.

—Creo que deberías descansar, sabes que...

—Estoy bien —interrumpió—. Solo fueron unos golpes. Nada grave.

Dio unos pasos hacia mí y la desnudez de su torso me dio libre vista hacia sus tatuajes; sin embargo, no podía dejar de mirar sus ojos. Mis ojos siempre solían ser atrapados por los suyos, y no podía romper esa unión con facilidad.

El plan de SageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora