Epílogo

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Volví a mi repostería una semana después de regresar a la ciudad

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Volví a mi repostería una semana después de regresar a la ciudad. Las chicas me miraron estupefactas por mis cambios tan drásticos, pero supusieron que se trataba de otra misión, así que me dieron una cálida bienvenida, sin saber que soy la Dama.

Las gemelas y Cinthya supieron guardar el secreto, así que se los agradecí en varias ocasiones.

Connor solía ser molesto, y podría decir que lo odiaba, pero era el mejor cuñado que tenía. El único en realidad. No tengo hermanos, así que Cinthya tuvo que hacer el papel de cuñada para Keller, y se llevaban bien. Lo importante era que los cuatro nos llevábamos bien. A pesar de los desastres que habíamos tenido que atravesar.

Las gemelas me prometieron que no volverían a tocar a Keller, siempre y cuando no me hiriera. Todo estaba bajo control, no hubo necesidad de que rompieran la promesa de no golpearlo.

Un mes después de que Keller y yo formalizáramos nuestra relación, llevé a mis padres a mi casa y les di un recorrido por toda la ciudad. Permanecieron con nosotros por dos semanas, pero luego dijeron que necesitaban regresar al pueblo, ya que no se acostumbraban al ambiente de la ciudad. Me hicieron prometerles que los visitaría más a menudo, y Keller les aseguró que se encargaría de eso.

Por si fuera poco, me enteré de que fueron mis padres los que obligaron a Keller a mantener el secreto de nuestro matrimonio y le dijeron que no me dijera nada hasta que aceptara perdonarlo. Por esa razón, mi madre interrumpió la conversación de Keller y yo el primer día de la llegada del hombre que nunca fue mi jefe.

La noticia de que Berta, que en realidad era Beatriz, haya sido la secretaria de Keller desde siempre, me ha dejado estupefacta. Beatriz estuvo trabajando desde casa mientras que yo estaba cerca de Keller. ¿Por qué? Porque el susodicho necesitaba descubrir mis planes, la razón por la que acudí a él disfrazada. Y Killer lo ayudó a confirmar mi verdadera identidad.

—¿Nos vamos a nuestra casa? —inquirí.

Keller me pidió que me quedara a vivir con él. Ya estábamos casados, así que no puse mucha resistencia. Además, pasaba más tiempo en su casa que en la mía, incluso convenció a mis padres de que se quedaran en su casa unos días después de que estuvieron en la mía. Supuestamente porque no quería dejarlos solos mientras yo estaba resolviendo unos conflictos en El Postre.

—No. Tengo otros planes.

Fruncí el ceño, confundida.

—¿Adónde vamos?

—Ya escogiste este lugar, es mi turno de ser yo quien escoja la siguiente parada —sonrió.

—¿Y eso es...?

—Por ahí —se limitó a responder.

Salimos del restaurante y fuimos recibidos por el frío de la noche. Keller colocó su mano en mi hombro, disminuyendo el frío y dándole paso a una ola de calor abrazador.

El plan de SageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora