DANIEL.
Me quede ahí parado viendo como Sofí regresaba al interior de su piso. No sabía muy bien que hacer, ella me había dejado en blanco, eso nunca me pasaba, yo era bueno con las chicas, realmente bueno de hecho, y en cambio con ella me había quedado sin palabras, la había cagado y me había puesto como un tomate. Tapé mi cara con las manos, era una vergüenza. Me metí a mi habitación y me recosté, y de nuevo esa sensación de los parpados pesados me envolvió y me quedé profundamente dormido, aunque a diferencia de todas las noches desde el accidente, ese día con lo único que soñé, fue con mi hermosa vecina.
Al día siguiente me desperté muy bien, hace bastantes semanas que no dormía toda la noche, se sentía bien. Me levanté de mi cama y saque de mi armario mi asqueroso uniforme de marinero que me hacían usar para el trabajo, odiaba mi empleo, ser el mesero de un tonto restaurante de mariscos no era algo que yo quisiera, pero había sido lo único que había conseguida, y la paga no era tan mala, así que podría soportarlo, de no ser por Andrea, de solo pensar en ella un escalofrío recorría mi espalda, esa chica me estresaba en serio.
Tome el estúpido uniforme y me cambie. Baje las escaleras y el aroma del pan tostado con mantequilla hizo que mis estomago gruñera, había olvidado bajar a cenar y ahora mi estómago se quejaba horriblemente.
-No cenaste anoche-dijo mi abuelo, sin levantar la vista de su periódico, en cuanto entre a la cocina.
-Sí, estaba muy cansado.
-No está bien eso hijo, vas a dejar de crecer.-dijo mi abuela untándole mantequilla a un pan.
-Si abuela lo siento.
-Ten hijo desayuna-dijo dándome el pan que había estado untando con matequilla.
-Gracias abuela.
-¿Llegarás para la cena?
-Si abuela, los veo en la tarde.-dije tomando el pan, tome la bolsa de basura y salí de la casa.
Estaba poniendo la basura en el contenedor cuando escuche una risa muy familiar, me di la vuelta y me encontré con Sofí riendo sin parar apoyándose en la entrada de su edificio.
-Qué bonito marinero.-dijo riendo muy fuerte, yo me puse rojo como un tomate, otra vez, me sentía patético.
-Déjame, ya lo odio sin tener que escuchar tus burlas.-dije riendo de su risa, era muy contagiosa.
-Lo siento, es que yo odio mi uniforme, pero ahora ya no, gracias.-dijo riendo más, yo la mire con una falsa mirada de irritación, ella traía unos shorts rojos y una blusa polo blanca, con unos converse blancos y calcetas hasta la pantorrilla. Me quede ahí viéndola como un estúpido y ella mi vio con cara extrañada.
-¿Celoso de mi uniforme, marinerito?
-Oh vamos ya déjame.-dije comenzando a caminar.
-Ya, lo siento, es que en verdad es patético.
-Lo sé, lo detesto.
-No esta tan mal, los marineros son rudos.
Reí, esta chica era más asombrosa de lo que había podido esperar.
-Si claro.
-¿En dónde trabajas, marinero?
-En el Perla negra.
-¿El restaurante de mariscos del centro?
-Ese mero.
-Valla, creo que puedo ir a comer ahí algún día, dicen que hay un mesero bastante divertido ahí.
-¿Eso te han dicho?-pregunte sonriendo.
-Si.-me contesto sonriendo igual. Habíamos caminado hasta el fin de la calle.-¿Tu en donde trabajas?
-En el club de verano, soy salvavidas ahí.
-Ya veo.
-Sí, de hecho nuestros trabajos están cerca, ¿te molesta si te acompaño?-¿Molestarme? Diablos me sentía en el cielo, acompañado de una hermosa chica de largo y lindo cabello.
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Quédate conmigo.
Romance¿Qué pasaría si todo lo que creías seguro en tu vida de repente se derrumba? y desde ese momento tu vida ya no está en orden. Así se encontraba Sofí, hasta que llego Daniel, un chico que está huyendo de todos sus problemas y que al llegar con esta c...