Como un golpe en el estómago. (capitulo 11)

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DANIEL.

Cuando estaba libre de los brazos de Andrea, empecé a buscar a Sofí, pero había demasiadas personas y no me dejaban ver nada. Desesperado empecé a caminar hacia donde la había visto por última vez, pero ella ya no estaba allí. Me lleve las manos a la cabeza, desesperado, Andrea la había cagado, estaba cabreado. Camine sin rumbo por algunos minutos, posiblemente Sofí estaba enojada, suspiré, al parecer tenía que perderlo todo, era la forma en la que el universo se encargaba de joderme por lo que había hecho.

Y en cierta forma se lo agradecía, yo no podía permitirme ser feliz, había perdido ese derecho por completo.

Seguí caminando, envuelto en mis pensamientos, cuando escuche esa voz tan conocida, me asome a la calle perpendicular a la en la que me encontraba. Y ahí la vi, estaba hablando con otro chico, iban con tres pequeños niños, el estaba contando algo y sus hermanos reían mientras ella sonreía.

Esto fue como un golpe bajo para mí, no sé porque, pero yo esperaba que Sofí estuviera, aunque fuera solo un poco triste o confundida, pero en cambio estaba hablando con este chico alargado.

Ellos se perdieron de mi vista al doblar la esquina, yo me recargue en la pared y tape mi cara con las manos, me sentía extraño y mal, muy mal.

Regrese caminando a mi casa. Entrando aspiré el dulce aroma de una pasta recién preparada, la pasta que preparaba mi abuela era sin duda, la mejor pasta que había probado en mi vida, esto logro subirme el ánimo un poco. La cena fue normal, pedí una ración extra grande, converse con mis abuelos un poco y subí a mi habitación.

Me senté en mi cama y tome el libro que había sacado de la biblioteca, me gustaba leer cuando había tenido un día difícil, lograba sacarme de mi realidad por unos momentos. Cuando saque el libro no cheque ni cual era, al parecer había sacado “El amor, las mujeres y la vida” de Mario Benedetti, había leído esos poemas por lo menos una docena de veces, y aun así no paraban de sorprenderme cada vez que los volvía a leer. Mire el libro y lo abrí en una página cualquiera.

Mi táctica es 

mirarte 

aprender como sos 

quererte como sos 

mi táctica es 

hablarte 

y escucharte 

construir con palabras 

un puente indestructible 

mi táctica es 

quedarme en tu recuerdo 

no sé cómo ni sé 

con qué pretexto 

pero quedarme en vos 

mi táctica es 

ser franco 

y saber que sos franca 

y que no nos vendamos 

simulacros 

para que entre los dos 

no haya telón 

ni abismos 

mi estrategia es 

en cambio 

más profunda y más 

simple 

mi estrategia es 

que un día cualquiera 

no sé cómo ni sé 

con qué pretexto 

por fin me necesites.

Cuando termine de leer el poema, me decidí, no dejaría ir a Sofí tan fácil. Aplicaría la estrategia de Mario Benedetti.

Suspiré, como por millonésima vez en el día, no sabía que coños me estaba pasando, no es que fuera la primera chica con la que hablaba ni mucho menos, pero había algo especial en Sofí, algo que me inspiraba confianza, algo que me hacia querer defenderla de todo lo malo, aunque probablemente ese mal, podría tristemente, involucrarme a mí.

Tal vez estaba siendo egoísta al querer estar con ella, porque diablos para mí sería genial, pero no creía que a ella le conviniera estar conmigo. Tendría que alejarme de ella, en primera yo tendría que estar pensando en una chica y en ser feliz con ella, no podía darme ese lujo, y en segunda no es que ella quisiera estar conmigo de todas formas.

Estaba tan confundido y estresado, tome mi libro y salí al balcón donde una chica en el balcón de enfrente me regalo una gran y hermosa sonrisa, que hizo que tirará todos mis planes a la basura en un pestañear de ojos.

Quédate conmigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora