Capítulo 23.

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Annie.

Entramos corriendo al hospital, sin importarnos los llamados de atención de varias enfermeras, en busca de Yoa, la cual es la que ha llamado para avisarnos de que mi padre ha sido trasladado.
Estoy que me subo por las paredes, no saber nada me pone histérica.

Visualizamos a mi amiga y novia de mi padre al final del pasillo, andando de lado a lado, y no tardamos en acelerar nuestro paso.

-¿Qué ha pasado? ¿Has hablado con el médico?-pregunto, claramente preocupada. Justin, al ver mi estado, me rodea los hombros con su brazo y me apega a él para que me tranquilice, aunque él también esté de los nervios.

A Yoa le tiembla la barbilla, se echará a llorar en cualquier momento, entonces Dylan es quien intenta calmarla para que sea capaz de hablar. Le indica que se siente en una de las sillas de color amarillo y nos sentamos junto a ella.

-Sí, ha venido hace nada -responde, con voz temblorosa -. Y...y... -es incapaz de pronunciar palabra. Se echa a llorar sin consuelo.

Los tres,al borde de la desesperación por saber cuán preocupante es aquello que le ocurre a mi padre, la calmamos para que pueda de una vez por todas decirnos qué le ha dicho el médico.

Cuando deja de llorar, mi amiga me coge las mano y las acaricia con sus pulgares, me mira... Me mira y me mira, por lo tanto provoca en mí más desesperación y nerviosismo.

-Cielo mío, ahora tenemos que estar con tu padre más que nunca. -dice, con la voz entrecortada.

El corazón me da un vuelco. Me estoy temiendo lo peor.
Tan sólo de pensar en eso se me cae el alma a los pies y un escalofrío me recorre el cuerpo entera.

-¿Por...qué? -pregunto, con cautela, timorata por lo que me pueda decir.

Cierra los ojos y coge aire:

-Tu padre tiene Metástasis, cariño y no sabemos si hay una solución.

Y se le vuelven a caer las lágrimas.

¡¿Que qué?!. El corazón me retumba en los oídos y el estómago se me remueve. Me tenso. Tiemblo. ¿Se va a morir? .

-¿Cómo? -pregunto, no sé a cuento de qué. He entendido a la perfección, pero mi cerebro se niega a asimilarlo. Y, cuando lo hace porque Yoa llora sin consuelo alguno, hago exactamente lo mismo. Retiro las manos de Yoa de las mías y me las llevo a la cara, apoyando los codos en los muslos.

La mano de mi chico insoportable e irresistible, acaricia mi espalda con mimo y después, me lleva hacia él y me envuelve en un abrazo.

Entonces, es Dylan quien se atreve a preguntar el motivo por el cual han tenido que venir, un acto que agradezco porque no soy capaz de articular palabra. Ella cuenta que se encontraba demasiado débil y tenía muchos dolores en la espalda, de modo que no lo ha pensado ni dos segundos y lo ha traído.

Es entonces, cuando caigo en la cuenta de que mi padre lleva mucho tiempo así, ahora entiendo el por qué se pasaba días en los que no podía levantarse de la cama. Eso eran sus supuestos resfriados.

Pasan dos horas hasta que vuelve al médico a informarnos sobre las pruebas que le han hecho. Nos explica que tiene metástasis como bien nos ha dicho Yoa, en las vértebras, en el brazo izquierdo y en la pierna derecha. También, para nuestra suerte, nos dice que con quimioterapia o partículas radioactivas, podrá superar su cáncer, algo que dentro de lo que cabe, nos alivia, ya que podrá ponerse bien y superar esa terrible enfermedad, que por suerte no se ha propagado más.

Finalmente, pasamos los cuatro a hurtadillas a ver a mi padre, ya que solo nos dejaban pasar a uno y, obviamente, no queríamos quedarnos ninguno fuera.

Amándote. 2°parte de MCDCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora