Capítulo 25

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Annie.

Amarrada a un poste de madera, en una azotea ya que veo los edificios altos de la ciudad de Nueva York. De rodillas. Sudada. Golpeada. Dolorida. Helada por el frío de noviembre. Confusa.

Así es como estoy.

No sé a qué viene todo esto. Sólo sé que he sido golpeada fuertemente en la cabeza y cuando he recuperado el conocimiento estaba amarrada a este poste, con las cuerdas clavándose en la piel de mis muñecas y, ha aparecido un hombre gordo, el cual sin pronunciar palabra, ha comenzado a golpearme sin ton ni son.

Ahora me encuentro sola, tiritando e intentando pensar el por qué me tienen de esta manera. Y llego a la conclusión de que no tenía que haber seguido a Andrea. No debería de haber metido las narices en ningún lado, porque de ese modo, yo no estaría aquí ni así.

Escucho el repiqueteo de unos zapatos de mujer e inmediatamente llevo mis ojos a la única puerta, metálica, que hay enfrente de mí, rezando a que vengan a por mí y que esta pesadilla acabe.

La puerta se abre y veo a esa mujer de cuerpo diez. Me entra la rabia inmediatamente y suelto gruñidos como si de un perro de tratase. Ella sonríe de lado, de una manera diabólica.

«Hija de perra...»

Se amarra más a su abrigo grueso de lana, seguramente de marca cara y llegas hasta a mí.

—Annie, Annie... Preciosa, ¿cómo estás? —acerca su mano a mi cara y su uña larga, roja, del dedo índice araña mi piel.

Tiemblo, por la rabia y el frío.

—Suéltame, Helena. —siseo como puedo, pues los dientes me castañean.

Suelta una carcajada socarrona, lo cual me enfurece más. Se agacha quedando a mi altura y alzando el brazo, estampa la palma de su mano contra mi mejilla derecha, lo cual eso provoca que mi cara se ladee y me de un leve golpe en la cabeza contra el poste.

—Hija de puta. —escupo las palabras con asco.

—Te advertí de que me las ibas a pagar. Hiciste mal en no dejarme ver a mi hija, Annie...

Entre cierro los ojos, mirándola con todo el odio que siento hacia ella. —Justin debería haberte matado. Nos habrías hecho un favor, sobre todo a la niña.

Me gano otro golpe, duele y escuece debido a que tengo la piel irritada por el frío, pero no me importa en absoluto, ya puede golpearme las veces que quiera, no va a conseguir hundirme y mucho menos hacerme llorar o suplicar.

Entonces, la puerta metálica se escucha al ser azotada contra el ladrillo y Helena sonríe de lado, victoriosa: —Vas a desear no haber vivido. —es lo último que dice y se levanta para recibir a la persona que acaba de llegar.

De modo que levanto la cabeza y siento como mi estómago se encoge. ¿Qué hace aquí?. Andrea me mira con... Desprecio, sí así es como me mira y va agarrada de la mano del hombre con el que la había visto horas atrás.

Frunzo el ceño. ¿Qué demonios está pasando?. ¿Qué demonios está haciendo?.

—Parece que no ha recibido lo suficiente, tiene la lengua muy suelta. —dice Helena, al hombre de pelo canoso que suelta a Andrea de la mano, le da un beso en los labios y después a Helena. ¡¿Qué?! ¿Qué mierdas es esto? ¿Un trío amoroso?.

Estoy anonadada.

—Ve abajo,te necesitan. —le alenta el hombre, con un pequeño empujón a Helena, la cual sonríe, asiente y antes de echar andar, me mira y me guiña un ojo con una sonrisa maléfica.

Amándote. 2°parte de MCDCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora