Capítulo 1.

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Annie.

Otro día más. Me levanto y lo primero que hago es subir la persiana y abrir la ventana. Estamos a primeros de septiembre, de modo que aún sigue haciendo calor por las mañanas, por la noche es otra historia, ya que refresca más que años anteriores para éstas fechas.

Cojo la ropa que me pondré, y salgo de mi pequeña y acogedora habitación en el desván. Mi padre aún no puede creer que duerma aquí, pero me tiene que gustar a mí, así que me da exactamente igual lo que diga o piense. Además, la limpié y la he estado decorando a mi gusto.

Bajo al baño del segundo piso. Aún me siento como fuera de lugar. Dejo la ropa encima del váter y enciendo el agua caliente. Mientras se calienta, me quito el pijama (si se le puede llamar así porque duermo con la camiseta enorme de propaganda de siempre).

Me meto en la ducha y un poco agobiada con el espacio tan grande, me doy prisa en lavarme el pelo y enjabonarme el cuerpo. Creo que me voy a tener que mirar estar fobia. Me preocupa.

Cuando salgo, hago lo mismo, me seco rápido, me pongo la ropa y después enchufo el secador para secarme el pelo.

-¡ANNIE! -doy un brinco y miro a mi padre por el espejo. Estoy alucinando. Acaba de tirar la puerta abajo.

Apago el secador, estoy en shock.

-Deberías estar ya abajo, en el taller -dice, recobrando la compostura.

Frunzo el ceño, ¿por eso ha tirado la puerta abajo?

-Papá, serán las ocho y cuarto de la mañana, hasta las nueve no abrimos -reprendo -. ¿Te ocurre algo?, te noto raro.

-Que tonterías dices, de verdad. Ayer te dije que teníamos que estar antes porque no nos dio tiempo a terminar el coche del señor Anderson. Y viene a primera hora.

Frunzo más el ceño, no recuerdo que me dijese eso.

-No me acuerdo -le digo, sinceramente.

-Venga, coge algo rápido para desayunar y ve al taller, estaré allí terminando.

Asiento con la cabeza y vuelvo a enchufar el secador, viendo como mi padre recoge la puerta y se la lleva para luego arreglarla.

¿A qué demonios ha venido eso?

Por último, me lavo los dientes y bajo a la cocina,dónde cojo un zumo de melocotón y una magdalena. Luego, salgo por la puerta trasera de la cocina y cruzo el pequeño patio, en el cual, al final del todo,se encuentra el taller de mi padre. Trabajo para él porque no quería asistir al programa de reinserción y la única manera de escaquearme era con un contrato de trabajo y, aunque no sé mucho sobre mecánica, me defiendo, ya que he estado desde pequeña observando a mi padre cambiar piezas.

Aún así, cada día aprendo algo nuevo. No es que me guste, pero estoy cómoda porque estoy con mi familia y ellos no me miran por encima del hombro o no me desprecian. Eso me ha pasado ésta semana cuando iba a comprar al supermercado, o iba con mis amigos a alguna parte.

-Ya estoy aquí -le informo, pues está debajo del SUV blanco.

-Cámbiate y pásame una llave plana del 13 -asiento, aunque no me ve.

Paso a la pequeña oficina, dónde tiene los papeles y demás y me pongo el mono azul de trabajo,manchado de grasa. Qué irónico. Le doy un enorme trago al zumo y lo dejo encima de la mesa.

Después, voy a la caja de herramientas más cercana, y busco la llave que me ha pedido. Cuando la encuentro, se la llevo y me agacho a su altura.

-Toma -él la coge alargando el brazo -. Mira todos los fusibles.

Amándote. 2°parte de MCDCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora