Epílogo.

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De camino a casa de Justin, ya que han insistido en que pasaremos la nochevieja allí,anochece. Según el reloj del modernísimo coche, son las ocho y media de la tarde.

Todavía me siento aturdida. Estoy que no me lo creo, es como si todo esto fuese un sueño. Como si estuviese volando en el cielo más alto. Pero eso no quita que esté feliz por haber salido de la cárcel tras dos años y seis meses, que para mí han sido muy, muy largos. Sin embargo... Me siento extraña, no sabría decir el por qué.

La mano de Justin se coloca en mi rodilla y le da un leve apretón, aparto la mirada de la ventanilla y lo miro sonriendo a su vez. Él me devuelve el gesto, enseñándome ese hoyuelo y pongo mi mano encima de la suya, sintiendo esa electricidad.

Han pasado seis meses desde que se fue, y sé que a lo mejor, no debería de haber reaccionado de esa manera, pero lo había echado tanto de menos que necesitaba sentirlo, tenerlo cerca y saber que a partir de ahora iba a estar todo bien. Que ya no se alejaría de mí jamás. Que esto sería una nueva etapa para ambos, de la cual debíamos de disfrutar de nuestra libertad,recuperar el tiempo perdido y dejar los malentendidos a un lado, porque... ¿si él no me hubiese querido, por qué me habría sacado de la cárcel?. Está claro que lo que hizo fue por una razón: Protegerme. Y aunque en su momento no lo entendiese, sé que lo hizo por mi bien, para que yo no sufriera... ¿Lo hice?,claro que sí, pero después de un tiempo y tras pasar noches en vela hablando con Phil, logré entender el por qué me hizo todo aquello.

También tuvo que ser duro para él.

El silencio reina en el coche de un forma cómoda, aunque desearía que hablásemos animadamente, agradezco que estemos de esta forma porque necesito un poco de tiempo para adaptarme y poner mi cabeza en orden.

Después de un rato, Justin para el coche frente a un enorme edificio, no evito silbar y provoca unas risas a los demás presentes, lo cual, me hace sonreír.

Cuando veo que Max baja del coche, pregunto, extrañada : —¿No cenarás con nosotros?

Entonces Justin también abre la puerta y Yoa más de lo mismo.

—Claro, tonta. Baja, venga. —me insta. Asiento un poco dubitativa y bajo del coche, cerrando la puerta a mis espaldas ya que admiro el edificio que tengo enfrente.

Enormes ventanales son lo que más resalta de todo. Es señorial. Y de gente con mucho dinero por lo que parece,porque vivir aquí no les tiene que salir barato.

Mi mejor amigo, viene a mi lado, me coge de la mano y entrelaza nuestros dedos, como siempre hemos hecho. Sonrío de oreja a oreja al mirarlo y él me guiña un ojo.

—Mira qué carita más tierna. Me lo comía. —cuchichea, y miro hacia dónde él lo hace.

Un Justin con la mandíbula apretada y con cara de póker, mira en nuestra dirección, precisamente a nuestras manos.
Vuelvo la mirada a Max, y le doy con la cadera en la pierna.

—Es mío.

Él suelta una carcajada y libera mi mano. —Ve con tu hombre.

Y así hago. Voy junto a él. Él me mira intentando parecer enfadado, pero sé que se alegra, lo veo en sus ojos y en su expresión relajada. Entonces, cojo su mano, entrelazo nuestros dedos y veo como agacha la cabeza para mirar nuestras manos unidas y el tatuaje que asoma en mi muñeca.

—¿Así mejor?. —pregunto.

No puede aguantar más las ganas de  sonreír y asiente:—Mucho mejor.

Tira de mí y me guía hasta el edificio.

—Oye, pero... ¿Y mis cosas?. —pregunto, apresurada.

Amándote. 2°parte de MCDCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora