No más dibujo por hoy, pensó. Se puso su pijama y se acostó, necesitaba dormir, pero su cerebro no paraba de divagar. Lloró nuevamente por todos los momentos que no compartiría con su familia. Porque no tendría hijos, ni los vería crecer. Por sus padres, por su hermano, por Martín, por sus amigas. Imagen tras imagen iban y venían como cuadros desvaneciéndose uno tras otro, inundando su cabeza. ¿Qué podría hacer?, se preguntó. Necesitaba hablar con alguien. Tal vez si le contara de su situación a un psicólogo, este podría orientarla para tomar la mejor decisión. Miró el reloj y eran las tres de la mañana, necesitaba dormir, pero el insomnio estaba invadiendo su cuerpo. No podía aceptarlo, no quería morir tan pronto.
Logró dormir por un par de horas. Despertó y recordó su situación. No tenía el valor suficiente para hablar con sus padres o con Martín. No quería que sufrieran por ella. Pensó que lo mejor era buscar ayuda profesional, no podía con todo eso, sola.
Observó que el día había aclarado, así que se levantó de su cama y fue al baño. Se desnudó y se observó en el espejo. Se preguntó si era ella la que realmente se reflejaba. Pensó en todos los espejos que había visto en su vida y se cuestionó por cuál era el que realmente la definía. En unos se veía más delgada, en otros más esbelta. ¿Cómo podía conocerse si no sabía si la imagen que veía era realmente suya? Pensó que los demás podían observarla mejor de lo que ella lo hacía, su forma, sus gestos, sus movimientos corporales, que ella no reconocía cuando se veía en imágenes o en videos. Observó su cuerpo y pensó que en un año tal vez no estuviera allí observándose.
Caminó hasta la ducha y se sumergió bajo el agua, dejando que ésta le llegara a cada uno de sus poros y se llevara unas cuantas lágrimas que comenzaban a asomar en sus ojos. Debía estar lista pronto, ya que ese día diseñaría un plan para el resto de su vida.
Se vistió y arregló. Tomó su celular y buscó psicólogos que pudieran orientarla. Encontró un par de ellos, a los que llamó. Solo uno podía atenderla al día siguiente, las próximas citas eran hasta dos semanas después. Así que la programó inmediatamente.
Luego se sentó en su escritorio y comenzó a enumerar las personas que quería ver y los lugares que deseaba conocer. Tenía algunos ahorros que podría utilizar para esto. Hizo un listado con todas las personas que habían dejado huella en su vida. Sus padres, su hermano, sus abuelos, las tías que siempre habían estado ahí, sus primos, su novio, sus amigos. Todos los que la hicieron feliz. También pensó en lugares que quería conocer, pero no había tenido la oportunidad de hacerlo. Había pensado ir a Santander y conocer Barichara, o hacer deportes extremos en San Gil, tal vez conocer la piedra del Peñol en Antioquia, el río de los siete colores y otras maravillas de su país. También había incluido algunos sitios de otros países como el museo de Louvre en Paris, o la casa de Frida Kahlo en México. Luego listó las actividades que deseaba realizar como saltar en parapente, hacer rafting y espeleología, todas ellas para vencer sus miedos.
Ahora con el listado en mano, comenzaría a contactar a cada uno de ellos y compartiría un espacio de su tiempo. Quería coleccionar todos los momentos y por eso se propuso a dibujar lo que más le había gustado de su encuentro, para dejar un diario de sus vivencias.
Tomó el listado y señaló a Daniela. Comenzaría con ella. Su amistad había terminado dos años atrás, pero era necesario dejar todos los rencores del pasado. Era el momento de hablar, así que tomó su celular y buscó su número telefónico, no sabía si seguía siendo el mismo, pero lo intentó. Decidió escribirle un mensaje de texto. «Hola», luego observó que la última vez que estuvo conectada fue la noche anterior. Pensó que podría estar dormida por lo que insistiría más adelante.
Mientras tanto fue a desayunar. Sus padres estaban allí, preparaban el desayuno para irse a trabajar.
—Hola papi, hola mami —dijo, mientras se acercaba a cada uno de ellos a darle un beso en la mejilla.
—¿Qué haces despierta tan temprano?
—No pude dormir bien, me duele un poco la cabeza.
—Ay mi amor, ¿te desvelaste mucho? ¿por qué no te tomas algo para el dolor?
—Si mami. ¿Las pastillas estan en el cajón de los remedios?
—¿Dónde más se guardan las pastillas en esta casa? Oye y ya que te veo arreglada tan temprano ¿cuáles son tus planes para hoy? ¿Me vas a acompañar donde la abuela?
—Estoy esperando que Daniela me conteste para vernos.
—¿Daniela? —exclamaron sus padres en coro
—Sí, quiero reconciliarme con ella, la vida es muy corta para estar peleada con la gente que quiero.
Sus padres sabían que su relación se había roto, no conocían los motivos, pero querían a Daniela como una hija más y la extrañaban y habían decidido no meterse en esa discusión. La noticia de verla, los alegró, sirvieron el desayuno, llamaron a su hijo y se sentaron a comer.
—Qué bueno Amor, sabes que nosotros la queremos mucho y no queríamos verlas pelear.
—¿De qué hablan? — preguntó Samuel.
—Tu hermana que se quiere reconciliar con Daniela— contestó su padre.
—¡Super, me encanta la idea! Daniela siempre fue muy especial conmigo, además de mi amor platónico.
—¡Samuel!—. Lo regañó cariñosamente su mamá. —No cambias.
Mía revisó su celular. Aún no recibía respuesta. Pensó que lo mejor era llamarla, pero el temor del rechazo no se lo permitió, no sabía cuál sería su reacción, por lo que decidió esperar un rato más. Se fue para su cuarto y mientras cepillaba sus dientes, sonó el celular indicando la llegada de un mensaje. Lo tomó y vio que tenía un mensaje de Martín.
Martín.
Hola mi amor, ¿Cómo amaneces? ¿Nos vemos hoy?
Mía
Hola, amor, no, hoy no puedo, la idea es verme con Daniela, la amiga que te conté la otra vez, con la que discutí.
Martín
Si la recuerdo. Me parece bien que lo hagas.
Mía
Sí, creo que ya es momento de dejar todo atrás. La extraño.
Martín
Ok amor, llamaré a Felipe, tal vez quiera que armemos plan de videojuegos. Hablamos más tarde. Te Amo
Mía
Listo, Amor, te mando un abrazo. Te amo.
Cerró la conversación y fue a su pequeña biblioteca y seleccionó un par de libros que también incluiría en su lista, los estaba hojeando cuando timbró su celular, Daniela estaba llamando.
—Hola, Mia, que alegría escucharte. Vi que me escribiste, ¿Qué pasó?
—Hola Dani. Nada raro. Quería saber de ti ¿Crees que podemos vernos hoy?
Daniela no podía creer lo que estaba pasando, no podía desperdiciar la oportunidad de salir con su amiga, ya coordinaría con un amigo para que la reemplazara en el turno de la tarde.
—Listo ¿Dónde nos vemos?
—Que tal en el parque de siempre.
—¿Tipo tres pm?
—Perfecto. Nos vemos, un abrazo.
Mía colgó el teléfono. Se sintió alegre y nerviosa a la vez, por fin hablaría con Daniela. Se sentó en su mesa a pulir y pintar de color las aves. Pensó que lo primero que tenía que hacer era solucionar sus rencores con los demás, así estaría más tranquila.
Continuará...
ESTÁS LEYENDO
Pinceladas de Recuerdos
General FictionMía es una mujer que a sus veintiséis años de edad descubre que tiene una enfermedad, posiblemente incurable, así que decide hacer un alto en el camino y vivir cada día como si fuera el último. "Carpe dieum, quam minimum credula postero" ( Aprovecha...