ARMONÍA

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Mía recibió una llamada de la clínica, Marina, la jefe de enfermeras, la llamó para contarle que Matías, el chico de veinte años, que también estaba en tratamiento, no había superado la enfermedad y había fallecido en la mañana

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Mía recibió una llamada de la clínica, Marina, la jefe de enfermeras, la llamó para contarle que Matías, el chico de veinte años, que también estaba en tratamiento, no había superado la enfermedad y había fallecido en la mañana. Antes de morir, le había pedido el favor de hacerle llegar un mensaje a Mía. En la nota le agradecía todo el cariño que le había brindado durante los momentos que compartieron, le recordaba lo hermosa que era la vida, que la viviera al máximo, como lo había hecho durante el último año. También, le agradecía por todo el aprendizaje que recibió a su lado.

Él no imaginaba que la que había aprendido era ella. ¿Cómo era posible que un joven con una vida por delante se fuera tan pronto? ¿Alguien con tantas ganas de vivir? Esa enfermedad era así, inesperada, de difícil detección, agresiva. En algunas ocasiones no se podía hacer mucho cuando era detectada. Algunos sobrevivían y otros se iban, cómo Matías, demasiado pronto.

Matías le había contado que se había graduado del colegio y tenía puestas sus expectativas para estudiar Deportes. En el examen de ingreso a la Universidad, detectaron un tumor maligno en el colón, que resultó ser secundario, al hacer algunos análisis más, detectaron que el primario estaba en el hígado. A pesar de que ya estaba en estado cuatro. Él siempre estuvo positivo con su tratamiento. Cuando hablaban, le contaba sobre sus amigos, su novia y los planes que tenía a futuro. Quería ser futbolista, deporte que se había acabado desde que comenzó con la enfermedad. La había escuchado y consolado durante su proceso y a pesar de ser menor que ella, parecía mas maduro. Fue un ángel en su vida, una persona que con su energía y con sus palabras, la hacían sentir segura y alegre. Matías era su ángel, solo que ahora no estaría más con ella en la tierra, si no en el cielo.

Sobre la mesa de noche, se encontraba el cuaderno de dibujo. Mía lo tomó y comenzó a ojearlo, en él se encontraban plasmados algunos de sus recuerdos. Comenzó a observarlos uno por uno, recordó con nostalgia cada momento, cada lugar, cada persona, vio la imagen de Matías, estaba con una pelota de futbol en las manos y con su inmensa sonrisa. Recordó el impacto que el dibujo ocasionó en el chico.

—Quede igualito, dibujas muy bien. Gracias Mía, así quiero ser recordado. Feliz y con mi balón en las manos.

Mía se quedó observando el dibujo, Matías había pasado a otro estado. Lo imaginó sonriéndole desde allí. Algunas lágrimas cayeron sobre el dibujo. Las secó rápidamente y continúo ojeando el libro.

Durante el último año, Mía se había encontrado consigo misma, conocía un poco más su interior, sabía que le gustaba y que no, cuáles eran sus metas, sus fortalezas, sus aspectos a mejorar, pero en el libro no estaba su imagen, por lo que decidió realizar un autorretrato, el que conoció y mejoró durante el último año.

Tomó un lápiz y dejó que se deslizara suavemente por el papel, cada trazo iba a su propio compás, imaginó que ella era, una pieza musical que debía componerse de pequeñas secciones, con notas musicales, que al unirse conformaban una armonía, que era ese ser humano imperfecto. Tocó su cabello y sintió un leve cosquilleo en los dedos. Pequeños pelitos estaban creciendo, ocultando la cicatriz que estaba a un lado de su cabeza. No quería retratar tanto su físico, sino todo lo que había aprendido durante el proceso. Hizo un esbozo, pero no quedó del todo satisfecha, asía que lo dejó allí, esperando que su corazón, le dictara cómo seguir.

Pinceladas de RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora