DESPERTAR

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Mía abrió uno, de sus ojos, el otro permanecía cerrado, encandilado por la luz. Sus pupilas estaban sensibles y no soportaban la luminosidad del ambiente, le dolía mover alguno de sus músculos. Intentó rascarse los ojos y al levantar su mano, observó que tenía un cable unido a una máquina de suministro de suero. Con cada parpadeo sentía un dolor profundo en la frente. Después de acostumbrarse a la luz, abrió completamente los ojos. Su cerebro tardó un poco en recordar el lugar en el que se encontraba, tuvo deseos de pasar saliva y sintió un objeto en su garganta, era un tubo que iba hasta un equipo de ventilación. Todo su cuerpo estaba conectado a diferentes máquinas. Le suministraban suero, oxígeno y monitoreaban sus signos vitales. Sentía también dolor en su pecho y abdomen.

Trató de levantarse, pero sintió que su cabeza se partía en dos. Intentó llamar a la enfermera, pero el tubo que tenía en su garganta, se cruzaba con sus cuerdas vocales y no se lo permitía. Se asustó al verse sola y en ese estado, e hizo que sus pulsaciones cambiaran su ritmo regular. Una enfermera notó el cambio desde su sitio de trabajo y se acercó para verificar que todo estuviera bien. Se encontró con una escena aliciente, en medio de la enfermedad. Su paciente había despertado.

-No se preocupe señorita, está bien. Ya llamo al doctor, para que le explique todo.

Mía recostó nuevamente su cabeza en la almohada, debía esperar a que el médico fuera y le explicara todo. El fastidio en su garganta era cada vez mayor. Observó a su alrededor varios pacientes que se encontraban en las mismas condiciones que ella, aunque todos parecían dormidos. El silencio de la sala, solo se interrumpía con el pitido que generaban las pulsaciones de sus compañeros. Cada equipo, llevaba un ritmo diferente al otro, lo que ocasionaba que el sonido fuera un eco constante.

No entendía por qué se encontraba en ese lugar, observó en la puerta un aviso con las letras UCI, Unidad de Cuidados Intensivos. Lo último que recordaba era estar en la sala de cirugía en compañía de los médicos que la trataban. ¿Qué horas eran? ¿Cuánto tiempo había pasado? En ese estado de conciencia el tiempo era diferente, parecía no existir. Todo era extraño, las palabras no alcanzaban para describir todo lo que su cerebro quería interpretar. Era sinestesia pura.

El médico no tardó en llegar, le hizo un chequeo rápido y al verificar que su saturación estaba bien, le quitó con ayuda de la enfermera el tubo de la garganta. Al sacarlo, sintió ardor en su faringe y muchas ganas de vomitar, pero su estómago estaba vacío.

-Mía, nos diste un susto tremendo cuando estábamos finalizando la cirugía, por poco no te salvas de ésta. Afortunadamente logramos estabilizarte.

-Doctor, ¿y el tumor?

-Logramos extirpar todo, le tomé unas muestras a las paredes cercanas y a la masa. Ahora esperar a que lo analicen en patología, pero la cirugía fue todo un éxito, en ese sentido. -mencionó mientras continuaba revisando los dispositivos médicos.

-Gracias a Dios.

-Trata de no hablar mucho, tu garganta está muy resentida. Ahora voy a dar la orden para que te pasen a cuidados intermedios y allí analizaremos con calma tus capacidades neuronales. Mientras las enfermeras hacen todo el trámite, voy a avisarle a tu familia que despertaste, para quitarles esa zozobra que los está atormentando.

-Doctor, otra pregunta, ¿por qué me está doliendo el pecho?

-En medio de la cirugía te lastimamos un poco las costillas, tienes una costilla rota. Pero no tardará mucho en sanar, no te preocupes. Lo importante era salvarte la vida.

-Gracias, Doctor-dijo Mía con un poco de disfonía.

El médico observó a la familia. Todos los días debía llevar buenas y malas noticias. En muchos casos el paciente estaba solo, o con un acompañante. Notó que la familia de Mía era diferente, había unión familiar y todos estaban allí para ella. Pronto les quitaría un peso de encima. Se acercó rápidamente a dónde se encontraban.

Pinceladas de RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora