Desde que Mía le había contado que tenía cáncer, Daniela no dejaba de pensar en ella. Buscaba las últimas investigaciones respecto al tema, hablaba con los mejores médicos, investigaba sobre formas de alimentación saludable. Sabía que los tratamientos contra este tipo de enfermedades eran cada vez más avanzados y debía encontrar alguna forma de ayudarla. Y aunque era una mujer escéptica respecto a los tratamientos alternativos, quiso investigar más acerca de ellos, pensaba que por salvar la vida de su amiga, todo valía la pena. Los padres de Daniela eran muy religiosos y oraban constantemente, por lo que ella les pedía que pidieran por la salud de su amiga.
Durante el tiempo que estuvieron sin hablar, Daniela había intentado muchas veces buscarla, pero su negativa la había alejado. Ahora quería aprovechar el tiempo con su amiga. Durante su enfermedad, Mía la había buscado para ser su guía médica y su paño de lágrimas. Todos los días se comunicaban, así fuera por mensaje de texto. Daniela frente a su amiga, se mostraba fuerte, le daba ánimos, le hablaba de alimentación saludable, estaba en constante comunicación con sus padres para ver cómo era el comportamiento de su amiga, en fin, estaba presente para ella. Pero en su interior no estaba bien, la noticia la había afectado. No quería perderla, quería pasar más tiempo con ella, si tuviera hijos, ella sería la madrina. Mía era de esas mujeres que valía la pena tener siempre al lado.
Daniela trabajaba de sol a sol y algunas veces trasnochaba, las urgencias que llegaban a la clínica no daban espera, y eran los residentes los que debían atender estos casos en compañía del médico de turno. Estos, no le daban tiempo de nada, ni siquiera de tener alguna relación con alguien, a no ser que fuera uno de sus compañeros de trabajo. A Daniela solo le interesaba capacitarse para ser la mejor médica del país y salvar vidas. Sus relaciones sentimentales podían esperar. Al ser la mejor estudiante de su clase, estaba acostumbrada a ser una mujer dedicada y solitaria.
Se le ocurrió la idea de pasar un tiempo con Mía, así que cambió su turno del sábado para tener el día libre y poder invitarla. Se aseguró de que aceptara sin decirle a donde la llevaría. Ese día madrugó y llegó muy temprano a la casa de Mía.
—Hola Dani ¿Cómo estás? —saludó Mía, dándole un beso en la mejilla
—Hola Mía, ¿bien y tú? ¿Preparada?
—¡Sí! Ya quiero saber a dónde vamos. Tú sabes que me encantan las sorpresas, pero estoy un poco ansiosa.
—No te preocupes. Estoy segura que nos vamos a divertir.
Salieron de la ciudad y tomaron la autopista, llevaban las ventanas abiertas, así que sentían el viento en sus rostros. El paisaje era hermoso, se veían los samanes, árboles que jugaban con la sombra y la luz, en ambos lados de la vía. También algunas acacias que iluminaban el paisaje con sus colores. Después de media hora de recorrido, llegaron a un hotel con una hermosa vista de la ciudad. En la parte de afuera había una valla que decía: "Bienvenidos al Hotel Spa".
ESTÁS LEYENDO
Pinceladas de Recuerdos
General FictionMía es una mujer que a sus veintiséis años de edad descubre que tiene una enfermedad, posiblemente incurable, así que decide hacer un alto en el camino y vivir cada día como si fuera el último. "Carpe dieum, quam minimum credula postero" ( Aprovecha...