FUSIÓN

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El ramo de flores había sido un hermoso detalle de Martín. Tomó su celular y le escribió un mensaje agradeciéndole. Luego fue a la cocina a prepararse el desayuno. Su madre llegó en ese momento.

—Déjame, yo lo hago.

—Mamá no te preocupes.

—No, amor, quiero ayudarte, además no es bueno que comas embutidos. Te voy a partir algunas frutas, la harina también te hace daño. En la alacena tengo unas galletas hechas con semillas de chía. Es mejor que comas de esas.

—¡Mamá, eso no es comida! Yo quiero arepa con mantequilla, salchichas y chocolate.

—Hija, eso no te hace bien.

—Bueno, prepárame lo que quieras —dijo resignada.

No estaba a gusto con esa decisión, pero no tenía ganas de pelear con su madre, sabía que lo hacía por su bien. Toda esta enfermedad había hecho que las personas a su alrededor la protegieran, no la dejaban hacer las tareas del hogar, ni preparar su comida. En muchas ocasiones quería valerse por ella misma pero no podía. El resto del día se la pasó encerrada en su cuarto leyendo y dibujando.

A los pocos días, tenía cita con la psicóloga, quería contarle como se sentía y que le dijera desde un punto de vista más objetivo, si ella estaba equivocada. Su padre la llevó hasta el consultorio y la esperó afuera.

—Hola Camila, que alegría verte—le dijo, mientras le daba un abrazo.

—¿Cómo está mi paciente favorita?... Sigue, sigue... acomódate.

—Bien. Aprovechando el presente, compartiendo con los que quiero, haciendo las cosas que me gustan —dijo Mía, mientras se sentaba en el sillón de siempre.

—Eh... ese tono no me gusta, cuéntame que pasa.

—La verdad, siento que el tratamiento no avanza, los días posteriores al tratamiento me dejan en cama con mucho dolor y malestar. Estoy cansada de la quimioterapia, no quiero más. En casa no me dejan hacer nada.

—Entiendo. Estos tratamientos son complejos y necesitan toda tu energía para continuarlos. Todos los días no nos levantamos con el mismo ánimo, ni con la misma fuerza y es claramente comprensible, porque el cuerpo se agota. Tu familia lo que quiere que no te sobre esfuerces que comas bien, que tengas buenos hábitos, porque quiere lo mejor para ti, para que te sanes rápido.

—Lo sé, pero no te imaginas las ganas que me dan de comer un chicharrón bien tostadito, o poder tomarme una cerveza fría en estas tardes de verano.

—Lo puedes hacer, pero muy de vez en cuando.

—Además, las cosas con Martín no están bien. Se alejó un tiempo y me dolió mucho sentirme abandonada.

—Si, él me contó lo que hizo, entiendo que te duela, pero también debes ponerte en su lugar.

—Lo sé, pero me decepcionó su actitud. Cómo que algo dentro de mí, se rompió. Siento que no es lo mismo. Le pedí que nos alejáramos un tiempo.

—Si es lo mejor para ti, está bien. Debes concentrarte en tu tratamiento y en lo que deseas.

—¿Y sabes qué? Apareció un viejo amor y me removió un poco todo. Es alguien muy especial y justo apareció cuando Martín desapareció.

—Lo mejor es que te tomes tu tiempo para pensar, que es lo que quieres. Te noto un poco confundida, pero es en ti misma, donde encontrarás la solución ¿Y cómo sigues de salud? ¿Qué ha pasado con los últimos resultados?

—El tumor ha disminuido su tamaño y me siento un poco mejor.

—Qué buena noticia Mía, eso me alegra de verdad. Ahora, lo que te puedo recomendar es que tomes una libreta y escribas, puede ser un diario, donde desahogues un poco lo que sientes. La escritura ayuda a organizar los pensamientos.

Pinceladas de RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora