Este día sería complicado. Era su primera quimioterapia y no dejaba de sentir ansiedad por lo que vendría. Se observó en el espejo reconociendo cada aspecto de su rostro, su cabello, su cuerpo; sintiendo miedo a los cambios que pudiera tener, o al dolor que pudiera sentir. Sin embargo, trató de alejar esos pensamientos de su cabeza y sacó fuerzas para arreglarse y bajar a desayunar. Allí estaba su familia, preparando todo para salir. Sus padres hacían el desayuno, Samuel ya estaba sentado en el comedor. Mía los saludó y se sentó a comer.
—Hola, hija ¿Preparada para comenzar con el tratamiento? — preguntó Raúl.
—Sí, papi, estoy un poco nerviosa, no me imagino cómo es todo eso, qué le hacen a uno, cómo va a reaccionar mi cuerpo, estoy muy ansiosa.
—Es entendible, siempre que comenzamos algo nuevo, no sabemos cómo será y esto nos genera cierta preocupación. Trata de estar tranquila y no pensar mucho. Vas a ver que te va a ir muy bien.
—Sí, hermanita, tú eres muy valiente. ¿Recuerdas cuando te mordió el perro de Sandra, y no te dolió nada? Después de tener tremendo hueco en la pierna.
—Ah, sí. Recuerdo ese día, la estábamos pasando tan bien, hasta que Paco me mordió.
—Sí ves, y así un montón de cosas que te he visto superar fácilmente— comentó Samuel.
—Te amo, cabezón.
—Y yo a ti.
—Listo amor, ya cuadré todo para acompañarte a esta sesión— dijo Sara.
—Gracias mami. Primero tengo cita con la psicóloga, si quieres nos vemos en la clínica más tarde.
—Perfecto, si quieres te recojo en el consultorio y de allí salimos para la clínica.
—Si, está bien.
Mía quería regresar dónde la psicóloga, contarle sobre la decisión de comenzar el tratamiento y de que, gracias a ella, tenía un grupo de apoyo, rodeándola. Ese consultorio le traía mucha paz, el observar las montañas desde allí, recostarse en el sofá, tener a alguien con quien hablar, llorar sin temor. Era satisfactorio. Camila era una persona con una energía muy especial y hacía que ella se sintiera tranquila. Cuando llegó al consultorio, la recibió con un fuerte abrazo.
—Hola, Mía que bueno verte. ¿Cómo has estado?
—Hola, Camila ¿Muy bien y tú? —dijo Mía sentándose en el sofá.
—Muy bien también. Cuéntame ¿Cómo sigue todo? ¿Al fin hablaste con tu familia?
—Sí. Te cuento que estoy más tranquila. Hablé con ellos y les conté de la enfermedad. Te confieso que no fue fácil, pero sentir el apoyo de todos, sea cual sea mi decisión, fue asombroso. Me dieron firmeza y me incentivaron a realizar el tratamiento. Tomé la decisión de hacerlo por ellos y porque quiero vivir. Estoy positiva con lo que me traiga la vida, sea lo que sea. Por ahora estoy tratando de vivir el presente. Ya no estoy pensando en el largo plazo, ahora mis planes son a más tardar para el día siguiente— expresó Mía con una pequeña sonrisa.
—Me alegro mucho que todo haya salido bien y que te ayudaran a tomar la decisión adecuada. Tener una familia como la tuya, que cómo me has contado es muy unida, sentir el amor y la compañía de todos te ayudará a soportar todo lo que venga de acá en adelante y te dará la fortaleza necesaria para no desfallecer.
—Si, en estos días he hecho algunas cosas que pensé que no iba a hacer nunca, como meterme en una cueva super estrecha que tiene caída al vacío, tirarme en parapente y otras cosas más, que no había tenido la oportunidad o la valentía de hacer.
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Pinceladas de Recuerdos
Fiction généraleMía es una mujer que a sus veintiséis años de edad descubre que tiene una enfermedad, posiblemente incurable, así que decide hacer un alto en el camino y vivir cada día como si fuera el último. "Carpe dieum, quam minimum credula postero" ( Aprovecha...