—¡Pasa por favor!
Mía giró el picaporte de la puerta y entró. —Buenos días Doctora—dijo, bajando un poco su cabeza.
—Camila, dime Camila. Sigue, siéntate en el sofá.
Mía observó el consultorio. Tenía un sillón blanco con cojines azules, dos sillas que hacían juego con el mismo y una biblioteca con algunos libros de psicología y de literatura, reconoció algunos títulos. Tres materos con plantas iguales. En uno de ellos ya comenzaba a brotar un botón amarillo. Un cuadro con una pintura de Kandinsky y otro con una de Dalí. El piso, al igual que una de las paredes de color madera. Tenía un gran ventanal con vista hacia los cerros. En la esquina, una lámpara de pie. Todo estaba dispuesto de tal manera que hacía del espacio apacible y tranquilo. El sofá estaba acomodado para que desde ese lugar se pudieran observar las montañas. Mía se sentó en el sofá.
—¿Cuéntame que te trae por acá? —Dijo Camila suavemente.
—No sé por dónde comenzar. La verdad todavía no logró asimilarlo—exclamó, mientras observaba un punto en el horizonte. —Hace dos días me dijeron que tengo una enfermedad con pocas probabilidades de supervivencia, aún no le he contado a nadie y no sé si hacerlo. Lo único que me interesa en este momento es vivir cada día como si fuera el último. Quiero compartir momentos y lugares con las personas que amo.
—Me parece una buena decisión que quieras aprovechar el tiempo. En algunas ocasiones por vivir el día a día desaprovechamos todos los momentos de felicidad que nos obsequia la vida. Pero tengo una inquietud. ¿Por qué no le has contado a tu familia?
—Tengo miedo. Tengo miedo que si lo cuento, me van a dejar internada en un hospital y la verdad es lo último que quiero— dijo Mía, mientras miraba el suelo. —¡Camila necesito que me ayudes no sé qué hacer!
Mía se recostó en el sofá y comenzó a llorar, no sabía por qué las lágrimas brotaban tan fácilmente de sus ojos, lloró como cuando era pequeña, sin temor a que la escucharan. Allí podía desahogarse sin temor a que sus padres o su hermano entraran. Pensó que la vida era muy injusta con ella.
Camila la escuchó y la dejó desahogarse. Cuándo estaba un poco más tranquila le dijo:
—Mía, lo que más necesitas en este momento es la compañía de quien amas. En estas ocasiones solemos pensar todas las cosas que nos falta hacer antes de morir, pero lo más importante es que estés bien y te sientas tranquila. Si yo fuera parte de tu familia, me gustaría enterarme, quisiera que me contaras para poder ayudarte. No me perdonaría que te pasara algo, sin que yo hubiera podido intervenir, para evitarlo.
—Pero por qué a mí, Camila, por qué a mí.
—Te voy a pedir algo, en vez de que digas: por qué a mí, cambia a la frase: para qué a mí. Debes revisar que necesitas aprender de todo esto. Qué te está enseñando dios, la vida o en lo que creas. Debes hacerte preguntas como: ¿Necesito aprender algo de esta situación? ¿Hay algo que deba modificar? ¿Debo cambiar algún hábito? Tal vez requieras un poco mas de atención en ti misma. Es importante que para todo este proceso cuentes con una red de apoyo, alguien que te acompañe al médico, o en tus momentos de dolor físico y mental. Eres una mujer valiente y tal vez todo esto te está pasando para que sanes tus heridas del pasado. Sabes que yo estoy acá para escucharte y acompañarte, pero tal vez no soy suficiente para todo lo que viene de acá en adelante.
—No sé qué decir. No sé cómo mi familia tomará esta noticia, que tal que me hagan internar en una clínica. No sé, tengo miedo. No quiero lastimarlos.
Mía se quedó observando las montañas, como los árboles formaban pequeños bosquecillos y como el paisaje estaba conformado por diferentes tonalidades de verde, dependiendo de la distancia a la que se observara. El cielo estaba azul claro. Los rayos del sol pasaban a través de las nubes atravesándolas y llegando hasta el filo de la montaña.
—Y tú debes ser muy importante para ellos. No tengas miedo, si necesitas ayuda, yo te puedo acompañar.
—No, no te preocupes, es algo que debo hacer sola.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy un poco más tranquila Camila. Necesitaba hablar con alguien y que ese alguien lo mirara desde un punto de vista objetivo, sin sentimientos de por medio. Siento que estoy siendo muy egoísta por pensar solo en mí y en lo que deseo hacer, pero no lo estoy haciendo pensando en los demás, en lo que otros querrían hacer, sabiendo que pronto puedo morir. Muchas gracias por tu tiempo y por tu orientación.
Camila tomó sus últimos apuntes, luego tomó su libreta de órdenes médicas y mientras escribía le dijo —¿Nos vemos la próxima semana?
Perfecto. Mía se levantó a recibir la orden. Camila se la entregó y luego le dió un abrazo. Sabía que no era permitido abrazar a sus pacientes, pero esta mujer necesitaba ese abrazo. Estaba quebrada por dentro y lo mejor era seguir su instinto para hacerla sentir mejor. Mía salió del consultorio mas tranquila y con la convicción de que debía hablar con su familia y con Martín.
Camila se quedó pensando en este caso tan complejo, todos los días escuchaba historias, pero ésta realmente la había conmovido. Era una mujer tan joven y tan llena de vida. Además, según lo que le había contado le gustaba pintar, los artistas suelen ser personas más sensibles, así que debía estar hecha pedazos.
Mía salió del consultorio y llamó a Martín.
—Hola, tengo que contarte algo
—Hola, hermosa ¿Qué pasó?
—¿Puedes esta tarde ir a mi casa después del trabajo?
—Sí, amor. Pero me tienes preocupado, has estado muy rara estos últimos días.
—Es de eso, que te quiero hablar.
—¿Me vas a terminar?
—No amor, yo soy muy feliz contigo. Hacía tiempo no me sentía tan bien en una relación.
—¿Entonces? Por favor dame una pista. No voy a tener vida hasta que nos veamos
—Deja la curiosidad, más tarde te enterarás. Un beso
—Está bien. Te amo—. Martín colgó y se quedó observando su teléfono, tratando de entender que podría estar pasando por la cabeza de su novia. Terminó sus clases desconcentrado, tenía un mal presentimiento y necesitaba saber que ocurría.
Mía caminó hasta el paradero mas cercano mientras observaba todo a su alrededor, sentía el viento en su rostro, como movía cada uno de sus cabellos. Observaba a las personas y a través de sus gestos intentaba descifrar las historias que tenían, cada uno era un mundo y tenía sus propias preocupaciones y sus propios miedos. Recordó sus miedos, su miedo a morir, su miedo a sufrir, su miedo de estar la mayor parte de su vida en un hospital. Tomó un bus hasta su casa, llegó y se fue a su lugar de siempre a pintar el paisaje que observó desde el consultorio de la doctora.
Martín llegó a las seis de la tarde, sus padres llegaron un poco más tarde. Ya era el momento de hablar. Tomó aire y fue a su encuentro.
Continuará.....
Hola
Cuéntenme como les ha parecido la historia hasta ahora. ¿Les parece bien la decisión de contarle la noticia a su familia? o ¿Piensan que es mejor que Mía se dedique a vivir la vida y no pasar por ningún tratamiento?.
¿Qué creen que dirá su familia?
Los leo. Recuerden que las publicaciones las haré los viernes. Aquí los espero.
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Pinceladas de Recuerdos
General FictionMía es una mujer que a sus veintiséis años de edad descubre que tiene una enfermedad, posiblemente incurable, así que decide hacer un alto en el camino y vivir cada día como si fuera el último. "Carpe dieum, quam minimum credula postero" ( Aprovecha...