VUELTA A HOGWARTS

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Pasamos un buen verano en la casa de los Granger. Harry se adaptó deprisa y bien a esa vida, sin duda muchísimo mejor que la que tenía con los Dursley, y yo también tenía mucha más libertad. Por el día solía dormir, con mi cuerpo animal, y por la noche solía pasear, disfrutar de la vida como humana. A decir verdad, hacía una vida normal como lechuza, durmiendo por el día y despierta por la noche. Era un barrio tan tranquilo que era la única que estaba en la calle por la noche. No destacaba en absoluto, así que no había problemas con la ley mágica; no tenían ni idea de que aún seguía viva y, si me veía alguno, seguramente ni me identificaría por lo cambiada que estaba. Además, de noche todos los gatos son pardos. Nadie podría imaginar que volviera a tener catorce años así por las buenas. Ese anonimato me daba la oportunidad de ponerme otro nombre y vivir otra vida en otro lugar. Pero ya sabía qué vida quería vivir. Quería ayudar a Harry a vencer al Señor Oscuro y, después, ya veríamos. En el año que había pasado junto a Harry, aun siendo una mascota para él, había recibido más cariño y más amistad que todos los años que pasé con el Señor Oscuro. Él ni siquiera me había recompensado por mis servicios; ni siquiera me dijo "buen trabajo, Bella" o algo así. Cumplía una misión y era asignada a otra, como una máquina. Y si fallaba, era castigada con tortura durante un buen rato. En cambio, Harry nunca me dedicó una mala mirada ni una mala contestación. Su voz siempre era cálida conmigo. Si hacía las cosas bien, me daba la enhorabuena y las gracias por el buen trabajo y si no… pues no lo sé, la verdad, pero seguramente me levantaría la moral. Era de ese tipo de gente. Vistas las diferencias, ¿qué vida era mejor? ¿Quién era mejor para mí?

La respuesta abrió la puerta de la calle, casi pillándome in fraganti como humana. Parecía que Harry no podía dormir y se sentó en un columpio del parque cercano. Estuve tentada de dejarme ver como humana, sólo para él, como un secreto que compartiéramos, pero luego lo pensé mejor y vi que no podía ser, al menos de momento. Era peligroso para él que me conociera tan pronto. Si alguien me descubría de algún modo y me veía con Harry, también él estaría en peligro por ocultarme, además de que seguramente correría la voz entre los demás magos oscuros e irían a buscarlo para convertirlo o destruirlo, o lo cogerían para cogerme a mí. No, de momento, y hasta que supiera bien cómo defenderse, debía ser tan sólo su amiga Hedwig para él.

Aun así, decidí acercarme, como lechuza, sabiendo que me contaba todo de todas formas.

—Vaya, Hedwig, ¿qué tal la caza? —preguntó—. No muy bien, parece, porque no traes nada… —rió, aunque no con mucha alegría—. En fin, no podía dormir, por eso estoy aquí —continuó, mientras me acariciaba las plumas de las alas con calidez y yo me abandonaba a sus caricias. Ya no podía pasar sin eso—. Estoy muy bien aquí, como sabrás, pero no dejo de pensar en lo que dijo el elfo doméstico aquel. ¿Y si es verdad que estoy en peligro? ¿Y si es verdad que me espera la muerte si voy a Hogwarts? El curso pasado fue bastante movidito y perdimos muchos puntos, aunque también los ganamos. Si todos los años van a ser como este, van a acabar conmigo.

—Pero no estás solo, Harry —era Hermione, que parecía que tampoco podía dormir y parecía asimismo haber escuchado todo—. Vaya, estás con Hedwig. Últimamente aparece poco. Se ve que añora la vida de Hogwarts, ¿eh?

«Pues un poco sí», pensé.

Se subió al otro columpio y empezó a columpiarse lentamente.

—Anda que no lo pasé bien aquí subida de pequeña, antes de saber que soy una bruja —continuó—. Me enteré por la carta de Hogwarts, igual que tú o que cualquiera que viva en un barrio muggle. Pero, a diferencia de tus tíos, a mis padres les pareció bien que yo fuera una bruja. Lástima que no pueda hacer magia delante de ellos, por lo de que soy menor de edad y tal. Estoy segura de que les encantaría verme en acción.

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