NUEVO MINISTRO

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Sirio

¡Ah, por fin mi turno! Ahora que tengo un poco de tiempo libre, se sabrá exactamente qué acaeció durante mi elección como ministro de magia. Pero, para que todo resulte comprensible para todos, empezaré desde el principio… ¡A callar, asaltacunas! ¡Llevas toda la historia siendo tú la protagonista, así que deja a los demás un poco! ¡Y tú no seas comadre y no la desates, Narcissa!

En fin, a lo que iba. Dado que tengo que empezar por el principio, como el sentido común que a mi prima le falta dicta, empezaré con una conversación que bien me indujo a pensar detenidamente en la posibilidad de convertirme en ministro, idea que, antes de dicha conversación, me pareció cuanto menos absurda. ¿Cómo iba alguien en su sano juicio a darle un trabajo en el ministerio a alguien que ha estado en Azkaban durante doce largos años, aun habiendo sido acusado injustamente? Y no era un trabajo de mindundi precisamente, no. ¡De ministro nada menos! ¡Qué locura! Ese fue el primer punto que saqué al descubierto en mi conversación, pero parecía que estaba todo pensando ya desde el principio, pues…

—Precisamente porque fuiste acusado injustamente por el anterior ministro tienes muchas posibilidades de llegar a ser tú mismo el siguiente en el cargo.

Eso, como digo, me hizo, cuanto menos, dudar. ¿Era posible que eligieran un ex-convicto? Por mucho que haya sido acusado injustamente y, doce años más tarde, se haya probado sobradamente mi inocencia, dudaba que me aceptaran en el puesto más importante del mundo mágico. Además, no creía tener madera para llevar a cabo un ministerio, con todo lo que conlleva eso. Era de locos.

«¿Pero acaso yo no estoy un poco loco?», pensé, sonriendo ante la nueva perspectiva que me sostuvo la vida. Sin darme cuenta, me estaban convenciendo. Sí, definitivamente, debía de estar loco o ni siquiera habría tenido esta conversación.

Con los contactos apropiados, con un discurso que realmente llene a los ciudadanos, incluso alguien como yo, repudiado durante doce años, podría llegar a lo más alto. Sólo había que ser positivo y dejar que mi instinto me guiara en esta nueva locura. Además, era la madre de todas las bromas y, como Merodeador, no podía dejar pasar una broma así. No era la primera, pero iba a ser la mejor. A fin de cuentas, la primera me llevó hasta Harry, la siguiente me llevó a aceptar como compañera de vida (no malinterpretemos, cuidado) a mi antaño odiada prima Narcissa en nada menos que la Muy Noble y Ancestral Casa de los Black, una mansión que siempre odié por su más que evidente tendencia al Lado Oscuro. La tercera era la mayor hasta este momento, pues fue aceptar también como compañera de vida nada menos que a mi aún másantaño odiada prima Bellatrix, máxime descubriendo al mismo tiempo que mantiene una relación sentimental, al tiempo que altamente cuestionable, con Harry… ¡Ni se te arrancará quitarte el esparadrapo de la boca, Bella, que te veo! ¡No tienes excusa y lo sabes! ¿Y por qué la has desatado, Cissy?

Bien, ahora tenía que añadir una cuarta locura a la "lista de sinsentidos de Sirius Black". No sabía por dónde empezar, pero la conversación que tuve me convenció aun sin darme cuenta de que quizás era la última oportunidad que tenía de triunfar en esta puta vida, lamentando la expresión.

—¿Entonces qué decide? —fue la pregunta que me acabó de impulsar, la que hizo que diera aquel salto al vacío y sin ningún hechizo a mano para parar mi precipitación a una muerte emocional y, en vista de los últimos acontecimientos, quizás también física—. ¿Te atreves a cambiar tu vida y, de paso, el mundo mágico, o prefieres quedarte aquí sin hacer nada hasta que el Señor Oscuro nos liquide a todos?

—¿Tú crees que funcionará? —pregunté, no muy convencido aún, pero sopesando los pros y los contras. Me habían pillado, sí.

—Es tu última oportunidad de ser realmente útil, Sirius —¿ser útil? Justo lo que buscó desde que James y Lily aparecieron—. Seguramente quieres vengarte por afrentas pasadas de un modo más legal que el que intentaste hace tres años en la Casa de los Gritos —¿vengarme? ¡Pues claro que quería vengarme, vaya descubrimiento!—. Si quieres incluso podrías participar directamente en la guerra que se avecina. Eso daría alas a muchos ciudadanos que sólo esperan un empujoncito para ponerse en acción. ¿Quién mejor que el nuevo ministro para proporcionarles la energía necesaria para tan vasta empresa?

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