BELLA SE ARRIESGA: QUIDDITCH Y MORTÍFAGOS

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Esta vez, como ya no tenía nada que temer en cuanto a descubrirme ante nadie, cogí y me fui del modo fácil. Primero fui a Hogsmeade, aprovechando que no habría nadie a esas horas por la calle, al ser ya de noche, aunque fui con cuidado por si acaso y, para aún mayor seguridad, me subí a un tejado volando. Cuando ya estuve colocado de modo que nadie me viera ni aun alzando la vista (hay gente para todo, así que podía pasar), me Desaparecí para Aparecerme cerca de Grangerdent, en un descampado que conocía muy bien. Una vez allí, cambié a lechuza, volví a la casa y me colé por una ventana, como siempre. Los Granger me vieron y continuaron cenando como si nada.

«Qué raro. ¿Se han ido ya?», pensé, recorriendo toda la casa volando. «Y lo más raro es que no los han acompañado los torturadores. Y me parece prácticamente imposible que Cissy haya aparecido por aquí para buscarlos. Creo que tengo que haberme dejado ver como humano para poder preguntar ahora. Bueno, no pasa nada».

Fue entonces cuando me di cuenta de que era normal que no estuvieran. No sabía qué me pasó ese día, que estaba tan tonta. ¿Cómo iban a estar, si era precisamente ese día cuando iban al estadio? En ese momento seguro que estaban a punto de sentarse en sus asientos, dispuestos a no perderse nada. Desde luego, quien se iba a perder el partido iba a ser yo, y todo por haber tenido un dia espeso de verdad.

Pero no todo estaba perdido, y precisamente por ser una lechuza, esa noche vería el partido, aunque lo viera empezar. De haber sido otro bicho cualquiera, me lo habría perdido sin duda.

«Qué bien viene ser una mensajera algunas veces», pensé, volando hacia el estadio. De algún modo sabía dónde tenía que ir. Era como entregar una carta sin destinatario, de la cual sólo sabía el nombre del tipo al que iba dirigida. Para una lechuza, eso era más que suficiente.

Aun así, tardé mucho más de lo que imaginé en llegar. El estadio estaba en un lugar extremadamente apartado de la sociedad, como suponía, para evitar que algún muggle lo viera. Además, también como supuse, tenía infinidad de protecciones mágicas precisamente para evitar a los muggles.

«Entonces, ¿por qué coño tienen un muggle de recepcionista del campamento? ¿Es que los del Ministerio son idiotas o qué?», pensé, pues era verdad. Y parecía que el muggle estaba un tanto sonado ya. Reconocí los efectos de un conjuro desmemorizante hecho diecisiete veces cuando me vio y no se le ocurrió más que decir que qué bajo volaba ese avión.

Pero no se quedó la cosa ahí. Esa noche era ya lo que redondeaba el día de mierda que llevaba, aunque de momento me reí bastante al ver, a vista de pájaro, como no podía ser de otro modo, lo mantas que eran casi todos los magos en cuestión de imitar a los muggles Había tiendas de campaña de todos los colores y formas, ya cual más desternillante. Si a eso se añade la "vestimenta muggle" que lucían… En fin, que no me caí de la risa porque estaba acostumbrada a planear, pero quien ve una tienda de campaña con tres chimeneas, puerta de madera con timbre incluido, cuyos ocupantes eran una pareja que vestía al revés (el tío iba vestido con un traje de noche y la tía con un traje de Armani), quien ve todo eso y no se ría, o es un muggle al que le acaba de dar un ataque al corazón o es otro loco de esos.

«Estos tíos podrían documentarse un poco más, no sé por qué me da», pensé, riéndome a carcajadas. «Y eso no es lo peor que he visto. Acabo de ver tres reproducciones exactas de las pirámides de Giza, y otra que está clavada a la Casa Blanca. Desde luego, entre "artistas" y "documentados", no queda sitio para nadie más».

Luego había otra cosa que no acababa de comprender. A saber, había un muggle controlando el campamento, así que en teoría había que actuar como muggles, y para eso, lo primero, lo esencial, era no hacer magia. Pues no vi más magia ese día no sé por qué.

«Llega aquí un Inquisidor y, tras reírse, se los carga a todos, por capullos», pensé, viendo el panorama.

Al final dejé apartado aquello y, tras un rato de búsqueda, encontré a Harry, Hermione y los Malfoy. No sé si era casualidad o qué, pero iban juntos, o eso parecía. Estaban ya entrando en el estadio y Hermione estaba charlando con Draco, mientras Harry traía de aguantar eso. No parecía que estuviera en su salsa, sin duda, así que elegí ese momento para aterrizar en su hombro. Nada más verme se le iluminó la cara.

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