EPÍLOGO

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—Aquí estoy, mi señora. ¿En qué puedo servirla?

—¡Ah, bienvenido de nuevo, Lucius! ¿Traes buenas noticias?

Como siempre iba al grano y, nada más mandarme llamar, quería la información que me había pedido. Nunca me gustó demasiado la forma en que me trataba, pero poco podía hacer al respecto. Era demasiado informal para ser quien era, pero quizá era porque tenía bastante confianza conmigo, al igual que la tuvo con mi padre. De hecho, mi familia y la suya siempre estuvieron bastante unidas. Yo quería perpetuar esa unión una generación más, presentarle a mi hijo e incluso dejarle vivir allí un tiempo para que se aclimatara a lo que le esperaba, siempre con el permiso de mi señora, por supuesto, pero iba a ser difícil.

—Son algo agridulces, si me permite expresar mi opinión —dije, con la educación que siempre me ha caracterizado—. Todo ha salido como me esperaba, salvo una cosa. Como sospeché, Harry Potter ha derrotado y ejecutado a Lord Voldemort tras una cruenta batalla en la que murió mucha gente. En mi informe está todo detallado, como quería.

—No esperaba menos de ti, mi buen amigo —dijo, alargando una mano arrugada para recibir mi informe. Lo ojeó por encima y asintió—. Sí, está muy bien detallado, como siempre. Has hecho un buen trabajo una vez más.

—Sólo cumplí con mi deber.

—Y serás recompensado.

Se tomó su tiempo para leer el informe, mientras yo esperaba pacientemente. En algunos puntos me miró con la sorpresa alojada en su cara, pero continuó leyendo.

—Sí que son agridulces tus noticias, en efecto —dijo, una vez acabó—. Cuentas aquí que viste todo desde lejos, totalmente apartado de la batalla, gracias a un hechizo al que llamas Magi Oculus. Muy útil para espiar, sin duda, si has sido capaz de ver todo con tanto detalle. Ahora dime: ¿cuál fue el recuento de bajas? No lo mencionas aquí.

—No lo sé, mi señora —admití con franqueza—. Sólo sé que el ejército de Voldemort quedó totalmente aniquilado. Sólo sobrevivimos Crabbe, Goyle y yo, y fue porque nos mantuvimos en nuestro puesto, sin intervenir bajo ningún concepto. Si nos hubiéramos quedado un poco más, seguramente ahora estaríamos muertos y esta conversación no estaría teniendo lugar, porque peinaron la zona a conciencia en busca de supervivientes.

—Era de esperar —dijo, pensativa—. Una cosa más antes de dejarte descansar. ¿Qué hay de tu hijo? Mencionas que sobrevivió al ataque. ¿Podré conocerlo?

—No lo creo, mi señora —ella me miró con curiosidad—. Eso fue precisamente lo único que no salió como planeé. Dado que tuve que hacer algunas cosas bastante reprobables para no delatar que no estaba trabajando con Voldemort, he perdido todo contacto con mi mujer y mi hijo. No quieren verme ni en pintura. No les culpo, de todas formas.

—Sí, ciertamente algunos de tus actos, como echarlos de la mansión Malfoy, máxime del modo en que los echaste, no fueron demasiado sensatos —confirmó. Como siempre, estaba enterada de todo lo que yo hacía, aunque no me sorprendió—. Pero no tuviste otro remedio. ¿Sería posible una reconciliación?

—No considero apropiado que mi hijo se relacione con una mujer de bajo estatus, mi señora —señalé—. Si dejara su relación con ella, sí sería posible, al menos por mi parte.

—¿Por qué tendría que dejarla?

—No considero que una mujer de su estatus sea merecedora de emparentarse con la familia Malfoy, mi señora —declaré—. Menos aún que conozca el secreto de la alianza entre su familia y la mía. Simplemente no es de los nuestros.

—Pero, tras una guerra en la que tantas familias han perecido, admitirás que no hay mucho para elegir —constató mi señora. Tenía razón, por supuesto, y así se lo hice saber—. Supera esa reticencia tuya a la sangre o tu familia desaparecerá. Es un consejo de alguien que sabe lo que dice. Deberías hablar con ellos.

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