SUEÑOS

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Al día siguiente, bien temprano, se vieron carteles por todas partes mostrando lo que parecía un paso más en el ansiado control total del Ministerio sobre Hogwarts. Era un nuevo decreto estudiantil, inventado por Fudge, en el que se prohibían los grupos, clubes y equipos, entendiendo como tal a la unión de tres o más personas de modo asiduo. Eso significaba que nuestro grupo debía separarse, así como suspender indefinidamente el grupo de estudio que íbamos a montar. Eso, naturalmente, no le hizo ninguna gracia a Harry (quizá lo segundo le fuera indiferente, pero separarse de Hermione y de mí era más de lo que iba a soportar si podía evitarlo), así que decidió hablar con ella.

—Espera, ¿qué haces? —le pregunté, preocupada, no fuera a estropearlo todo, pues estaba buscándola con mucha decisión.

—Tranquila, no pasará nada —dijo él. No parecía alterado, así que le dejé hacer.

Tuve razón esta vez, menos mal. Un rato después, Harry volvió con un papel en el que se exponía claramente que estábamos exentos de la prohibición promulgada por el decreto estudiantil número 24.

—Supongo que será el nuevo —objeté, encogiéndome de hombros, y él asintió con una sonrisa de oreja a oreja. Eso me escamó—. ¿Qué has hecho? —le pregunté, ceñuda.

—Lengua de plata, ¿te suena? —respondió él, sin dejar de sonreír—. A decir verdad, me ha costado menos de lo que pensaba convencerla para que nos dejara en paz con nuestro grupo.

Estaba asombrada. Parecía que le había comido la oreja de tal modo que incluso había conseguido eximirnos a la norma. Cómo lo había hecho no pude saberlo, pero el resultado saltaba a la vista.

—Incluso podemos ampliar el grupo aún más si queremos, fíjate lo que te digo —añadió, exultante—. Así podremos montar el grupo de estudio si quieres, no hay problema, y no metería las narices.

—¿Pero cómo lo has hecho?

—Bueno… —me habló al oído ahora—, digamos que no le puede negar nada a su espía particular —puse cara de sorpresa y él se apresuró a explicarse—. Le he hecho saber que nuestro grupo está en contra de Dumbledore y será sus ojos y sus oídos y me he convertido en el líder que ella necesitaba para controlar completamente el cotarro.

—¿Qué?

—Sí, verás —rió—. Le dije que Dumby la llama Umbitch y se puso como las fieras. Cuando le dije que el grupo estaba en contra del dire casi se corre de gusto. Accedió a todas mis peticiones sin pensar y me nombró líder de no sé qué brigada inquisitorial o algo así. Lo que no sabe es que la información que le pasaré será pura invención, por supuesto. Para nada voy a putear a ningún compañero que no se lo merezca.

—¿Entonces vamos a seguir con la idea de Cho de fundar el club de Defensa?

—Claro, nos deja —se encogió de hombros—. Aunque no sabe lo que vamos a hacer exactamente, claro está. Ella cree que vamos a ampliar el grupo para tener más presencia y vigilar mejor los movimientos de los alumnos, y en parte tiene razón, aunque no es para vigilar a los alumnos, sino a ella.

Sonreí, no pude más que hacerlo porque era increíble lo que acababa de hacer.

—Desde luego, nunca dejará de sorprenderme tu labia, chico. Y tu capacidad de manipulación es terrible también.

—Y esto no es todo —me guiñó un ojo con picardía—. Le voy a preparar unos informes de vez en cuando que le van a parecer orgásmicos, te lo digo yo. Tenemos al ministerio de magia comiendo de nuestra mano y seguiremos teniéndolos bajo control mientras siga dorándole la píldora a esa tipeja.

—Y a Dumby también le tienes comiendo de tu mano —añadí, y él asintió—. Desde que pasó lo del cementerio, te ha cogido un cariño que no me gusta, pero si eso forma parte de tu plan, no me opongo. Eso sí —añadí, más seria—. Cuidado con él, es un manipulador de cuidado y perro viejo en esa materia. No te vaya a hacer el lío.

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