SE ACABO EL JUEGO

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Continué preguntándome la razón de mi secuestro mientras continuaba tratando de salir de aquel laberinto. Había mortífagos apostados en todas partes, por tanto debía redoblar mis esfuerzos para evitar ser detectada. De modo que, siempre que me encontré alguno, me acercaba con todo el sigilo del cual era capaz y lo mataba silenciosamente por la espalda. Había optado por una versión mejorada del Petrificus Totalus , llamada Petrificus Maximus, que era harto efectivo, ya que petrificaba incluso los órganos internos de los afectados, matándolos instantáneamente. ¿Doloroso? Lo dudo mucho, al estar el sistema nervioso central paralizado. ¿Silencioso? Ya lo creo, no me hacia falta pronunciar el hechizo y les hacia caer despacio al suelo para que no se oiga nada. El problema es que oía mis pasos pringosos por la sangre de Rodolphus y su compañero, los que cayeron con el Reducto . Y seguramente las huellas se verían a leguas de distancia. Debía tener cuidado con los ataques por la espalda.

«Creo que voy a tener que darme un buen chapuzón en el lago después de esto», pensé, mirándome de arriba abajo. «Aunque de momento voy a disfrutar. Verme cubierta de sangre tiene que acojonar».

Callejeé durante un rato por las distintas entradas y recovecos del Departamento de Misterios (callejeé, sí, lo he dicho bien. Aquello era enorme), matando mortífagos al tiempo que buscaba a Harry y su grupo. Estaba claro que no había venido solo y, conociéndolo, estaba segura de que se había traído a todo el grupo en vez de pedir ayuda a un profesor oa algún habitante de la casa Black. Ahora vi claro que el objetivo real de mi secuestro no era enrolarme de nuevo a los mortífagos, sino cazar a Harry. Y yo no lo iba a permitir.

Pero no me fue tan fácil encontrarlos. Ese lugar era realmente intrincado y, a fuerza de recorrer sus pasillos, sus puertas y sus salas, me perdí. Quizá eso fue lo que necesitaba, pues de pronto oí un ligero ruido y, asombrosamente, vi una ligera deformación del suelo de un pasillo que atravesaba al que iba yo, algo tan sutil que perfectamente podría haberlo pasado por alto, pero de algún modo me llamó la atención. Fue oir un susurro y distinguir la voz de Harry. Anonadada, fijé la vista todo lo que pude y pude percibir vagamente las siluetas transparentes de todo el grupo (sabía que no vendría solo) caminar con cuidado por el pasillo. Cómo se las apañaban para ser prácticamente invisibles era algo que no podía saber por el momento. Que era un metodo genial, sin duda. El problema llegó cuando vi que el camuflaje no se debe a un mortífago, que por lo visto había decidido seguirlos discretamente. No dudé un instante cuando el mortífago los apuntó, aun sin ver exactamente dónde estaban.

— Petrificus Maximus —conjuré, esta vez en voz baja, aunque lo suficientemente alta como para que Harry y sus amigos me oyeran, y el mortífago cayó despacito.

—¡Esa voz! ¡Bella! —exclamó el aún transparente Harry—. ¡Dios, estás llena de sangre! ¿Qué te han hecho?

—Salvo raptarme y obligarme a soportar un hedor espantoso, nada —susurré, encogiéndome de hombros, tras chistarle, y no fui la única que lo hizo—. Gracias por venir a rescatarme, de todas formas.

—Veo que no hacía falta, después de todo —observó la voz de Fred Weasley; sin duda estaba su gemelo a su lado. Qué raro que Harry se enrolle a esos dos bromistas. Era como tener a Crabbe y Goyle, pero sin cuescos. O eso esperaba.

—¿Eh? ¡Es la prisionera! —exclamó un mortífago desde atrás. Menos mal que me llamó "la prisionera", por otra parte, porque estaba Neville y que supiera quién soy daría al traste con nuestra amistad.

—¡Rodolphus es un incompetente, la ha dejado escapar! —exclamó otro.

—¡Dejad de hablar y matarla! —ordenó un tercero.

Pero, y ya era mala suerte, en ese momento se les pasó el encantamiento a Harry y compañía, descubriendo accidentalmente a los tres mortífagos.

—¡Harry Potter! —exclamaron los tres a la vez, asombrados.

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