HORA DE PASAR A LA ACCIÓN

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Desde luego, no nos estábamos aburriendo en este primer curso de Harry en Hogwarts. Ahora le tocaba afrontar un castigo por quebrantar varias normas, un castigo que iba aún más allá de los ciento cincuenta puntos que habían perdido entre él, Hermione y Neville. El grupo entero estaba ahora esperando la consecución y pronto sabrían qué les tocaría hacer. Porque los castigos en Hogwarts, al menos cuando estudié yo, no consistían en copiar unas líneas tipo "no debo vagar por las noches fuera del castillo" o cosas así, que eran totalmente inútiles. Normalmente se hacían algunos trabajitos que quitaban trabajo a los profesores. Si la cosa no había cambiado, los cuatro (Draco también, por supuesto) tendrían un castigo movidito.

Me tocó llevarle a Harry una carta de parte de McGonagall, carta que leí cuando Harry la desenrolló. Ya estaba decidido el castigo: ir al Bosque Prohibido y ayudar a Hagrid en un asunto que le traía de cabeza. Los detalles se los quedó Hagrid.

Harry, al leer la carta, suspiró y lo dejó estar, resignado, igual que Hermione. Neville, por su parte, palideció. Tendría que hacerse a la idea de entrar en el Bosque Prohibido.

Llegó la noche y con ella el temido castigo. Filch estaba esperándolos en el pasillo que daba a las puertas con una sonrisa macabra, mascullando cosas como que habían abandonado los viejos castigos de colgar a los estudiantes malos por los pulgares y cosas así, pero eso también lo hizo conmigo en mis tiempos de estudiante y ya no colaba. De hecho, con Harry y Hermione no coló, mas sí con Neville, pero él era un caso especial; siempre se asustaba por todo. Curiosamente, Draco también estaba asustado.

—¿Qué te pasa? —le preguntó Hermione.

—¿Tú qué crees? —respondió Draco, enfurruñado. Habían llegado a la altura de Hagrid sin que se dieran cuenta, así que tampoco vieron que Hagrid iba armado con una ballesta y tenía un perrazo al lado—. Esto es injusto. Si mi padre supiera por qué me han castigado…

—…diría q'han hecho bien y aprobaría'l castigo —completó Hagrid, los brazos en jarras—. Sus habéis equivocao y ahora tenéis que pagar.

—¿Pero qué tontería es esta de ir al Bosque Prohibido? —se rebeló Draco.

—¿Y qu'esperabas? ¿Escribir unas líneas y p'a casa? Eso no sirve p'a na. Haréis algo útil, como ayudarme.

—¿Ayudarte a qué? ¿A quitar los hierbajos?

—Pos no, mira, anque habría estao bien en tu caso, por bocas. Iremos p'adentro del bosque p'a investigar la muerte d'un unicornio. Se ve qu'ay algo ahí que no's d'este bosque, algo que se'stá cargando los unicornios salvajemente —dijo la última palabra despacio, como si le hubiera costado decirla bien. Conociéndolo, no me extraña—. Tenemos q'investigar y evitar que siga.

—¿Qué tenemos que hacer exactamente? —preguntó Harry.

—¿Podremos detener a lo que quiera que está atacando a los unicornios? —añadió Hermione.

—¿Y si nos atacan hombres-lobo? —terció Neville.

—¿Hay hombres-lobo ahí dentro? —preguntó Draco, dando un paso atrás.

—Ahora's más peligroso lo que buscamos qu'un hombre-lobo —declaró Hagrid—. Iremos en dos equipos.

—Voy con el perro —dijo Draco inmediatamente, viendo el respetable tamaño de los colmillos del bicho.

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