*** Como en todos los que estoy haciendo. Mirabel tiene 21 cuando salva el Milagro y Bruno 44 . Mi historia comienza con Bruno de 46 y Mirabel de 23.***
Dos años y medio habían pasado desde la reconstrucción de Casita y la restauración del Milagro. La familia Madrigal, como jerarca de Encanto, trataba de mediar entre la nueva situación del pueblo y la reciente coyuntura que se desarrollaba puertas adentro de la embrujada casa.
Mientras la dinámica familiar pugnaba por volverse más tolerante y empática, un aire amenazante se colaba por la hendidura abierta en medio de la sierra que franqueaba Encanto. Los habitantes del hechizado lugar llevaban cuarenta y cinco años ajenos al mundo exterior, auto-gestionándose como podían, sostenidos por la magia y por medio siglo de acuerdos relativamente fáciles de llevar a cabo quizá debido a la escasa población de aquel rincón latinoamericano, o tal vez como resultado de que el aislamiento había relegado a cierto nivel de ingenuidad a la mayoría de los lugareños. Pero la gente de afuera halló un día la entrada y poco a poco se abrieron los intercambios de materias... y de peligros.
Primero hubo algún explorador, luego uno que otro comerciante y después espías malintencionados, aunque por supuesto nadie sabía que lo eran.
_ Sí, estamos dispuestos a establecer lazos amistosos entre nuestra comunidad y el exterior. _ Decía la abuela Alma sentada a la cabecera de una mesa enorme que Luisa había puesto en el patio exterior. Al banquete que se había celebrado esa tarde acudieron por lo menos quince cabezas de familia con uno o dos acompañantes de su elección, el pelón cura del pueblo y la transcriptora oficial de todo lo que se dijera en las reuniones importantes. Por supuesto también estaban todos los habitantes de la casa Madrigal y los novios de dos de las nietas de Alma. Pero como adición; novedad en cuarenta y cinco años, había en aquella reunión ocho personas del exterior: el señor Regino Miranda, su hijo Ángel y seis hombres de su confianza. Dueños muchas tierras que quedaban a varias hectáreas de distancia de la sierra que rodeaba Encanto, venían, según dijeron, "a establecer lazos amistosos" con el pueblo maravilla. Trajeron presentes y lindas palabras. Se quedaron durante mes y medio ganándose la confianza de la matriarca Madrigal y los otros ancianos del pueblo, raro en ellos que, a diferencia de sus críos y los jóvenes de Encanto, conocían en carne propia la perfidia humana. Quizá la edad comenzaba a pesarles.
Al mes, llegaron cinco hombres más, al servicio de Don Regino, con el pretexto de traer al pueblo, a modo de regalo frívolo, una carga de artículos de importación: whisky, Coca – cola, un montón de historietas de moda y partituras de cancionetas populares. También traían sombreros, trajes para caballero, conjuntos femeninos y vestidos de moda en las ciudades para cada uno de los habitantes de Casita y para los demás representantes de Encanto. Todo aquello fue introducido en un par de automóviles Chrysler del año 35, que constituían también un regalo para la población. La gente se paseaba en ellos alrededor del pueblo por pura curiosidad en realidad, porque el lugar no era lo suficientemente grande como para que existiera demasiada diferencia entre andar en burro, caballo, carreta o automóvil.
Fue así como los dirigentes del pueblo comenzaron a bajar la guardia; algunos llevados por la amabilidad de los recién llegados y otros seducidos por los obsequios del mundo exterior. Además, el señor Miranda y su hijo eran sumamente atractivos y hacían gala de unos modales exquisitos que pronto encandilaron a Alma, a pesar de su astucia y entereza, y al resto de los mayores de Encanto. Después de mes y medio de convivencia diaria, muchos en el pueblo ya los consideraban amigos. Incluso fueron agasajados en la mesa de los Madrigal, como parte de la familia, cuando se celebró la boda de Dolores con Mariano.
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Llegó un día en el que los Miranda se encerraron la mar de angustiados a hablar con Alma en la biblioteca de Casita. Le confesaron que sus intenciones no eran del todo limpias, que les atormentaba haber tenido que adentrarse en Encanto de modo tan artero, pero que la desesperación los había movido a ello: sus parcelas y su gente estaban siendo amenazadas por hordas de hombres malvados justo en el momento más inoportuno, porque además del peligro humano, había sequía y escasez en la tierra. Don Regino incluso lloró moviendo a su hijo a avergonzarse "Por favor, querido padre, gobiérnate" y a Alma, aunque aparentemente impasible, a dolerse ante las lágrimas del recio varón.
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La magia juega con nosotros. (Propuesta indecorosa)
Fiksi PenggemarUn terrible peligro amenaza Encanto, a la familia y a Mirabel. Cuando los Madrigal indaguen en el futuro en busca de una salvación, no podrán creer lo que la magia les tiene preparado. (MIRABRUNO)