Mirabel abrió los ojos a la mañana siguiente, seducida por el olor a café, chocolate, papaya y arepas que inundaba la habitación. Los rayos del sol le pegaban en el pecho y la envolvían en un calorcito apacible. Se estiró como un gato mimoso mientras trataba de recobrar la conciencia que el sueño le había arrebatado. Había dormido de un tirón durante muchas horas y se sentía recobrada y animosa, exultante de sensualidad. Sonrió; sentía como si el mundo estuviera recién parido y ella fuera la primera mujer en disfrutarlo, pero ¿en dónde estaba el primer hombre?
Las dudas de la noche anterior ensombrecieron un poco su ánimo, pero la vista se le alegró cuando vio la fuente del aroma que la había despertado: sobre la mesita de noche estaba una charola de madera tallada que contenía su desayuno. Pero la mesa y la charola estaban adornadas con ramilletes de hortensias azules y escarlatas coronas de cristo (con todo y espinas); entremezcladas, formaban una visión caprichosa de color y forma. La ponían extrañamente lasciva. Asomando bajo la cazuelita de fruta había una nota cuya manuscrita reconoció de inmediato:
Desayuna con calma, Mariposita. Te quiero.
Bruno.
Se pasó por la nariz los brazos, las manos; olfateó lo mejor que pudo la parte frontal de sus hombros; se dobló sobre sí misma para respirar el aroma de sus piernas y su intimidad: no estaba buscando su propio olor, se embriagaba del bálsamo de su tío, que se le había arraigado a la piel. Sin parar de husmear sobre su propio cuerpo, se perdió un rato en sus propios ensueños, excitándose sola, abrazando la almohada y las sábanas de percal de aquella cama. Se dio cuenta de que había comenzado a gemir cuando su padre le quebró la burbuja imaginaria golpeando la puerta con los nudillos.
_ ¿Hija, estás bien? _ preguntó Agustín con voz angustiada.
_ ¡Ejem! Sí, pa. Todo bien.
_ Este... eh... ¿qué no estás tú sola? _ insistió con voz más preocupada todavía.
_ Sí, papá. Estoy sola. _ respondió ella arañándose la cara con sus dedos.
_ ¿Puedo pasar? Voy a pasar, hija. Ponte algo encima. _ y sin más botó la puerta con aprensión. Vio a Mirabel, que lo observaba abochornada envuelta en las mantas y paseó luego su mirada por toda la habitación, nerviosamente y como si esperara encontrar algo desagradable; incluso dirigió lo más disimuladamente que pudo la vista hacia el espacio bajo la cama.
_ ¿Qué es lo que buscas, pa? _ Preguntó Mirabel con falsa inocencia.
_ Nada.. _ contestó su padre sin dar más explicaciones.
Se relajó un poco cuando hubo recorrido toda la alcoba con los ojos, pero volvió a tensarse cuando descubrió la charola cubierta de flores. Entornó los párpados y torció el bigote.
_Bueno... pues desayuna, hija. _ y como si nada cerró la puerta otra vez, patentemente incómodo.
_ ¡Puta madre! _ exclamó Mirabel cuando quedó a solas mientras se escondía bajo las sábanas. Su padre le había arruinado la fantasía, ya no podía seguir olisqueándose a gusto.
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La magia juega con nosotros. (Propuesta indecorosa)
Fiksi PenggemarUn terrible peligro amenaza Encanto, a la familia y a Mirabel. Cuando los Madrigal indaguen en el futuro en busca de una salvación, no podrán creer lo que la magia les tiene preparado. (MIRABRUNO)