los engaños

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Era lo que más quería de su amiga, pero tenía el presentimiento que si ella iba a descubrir algo no iba a querer saberlo, no tenia deseos de revolver la basura encontrando algo que por alguna razón esa contraparte lo había borrado desde ese día, tal vez dejándola un mensaje sería lo ideal hasta que recordó que la tenía bloqueada de todas partes. Amy aún permanecía como si nada en su nuevo trabajo notando más al comprar prendas que le gustan con el pasar de un par de días, ella amaba la compañía de Víctor, era un hombre interesante que siempre tenía temas de conversación, además de contarle historias de algunos objetos curiosos que vendían —no entiendo como lo haces— diciéndole esas palabras recordando lo mismo que Alex le dijo hace un par de años

— No le tengo miedo a lo desconocido, ya dime ¿de dónde vienes?

— De verdad ¿me creerías de dónde vengo por más loco que suene?

Amy no entendía bien esa pregunta, más bien era pura ironía después de las cosas loca que enfrento, sus ojos negros posaban en él, además de tenerle una sonrisa pícara, aun así, Víctor no le conto nada, dándole una caricia con sus dedos en su barbilla.

Si quería saber todo de él, pero sabía que aún no era el momento, el don de no saber era lo que algunos impulsaban a la ignorancia, aunque de todas maneras que Víctor aun sea cerrado tendría sus propios motivos, de alguna manera le atraía lo desconocido, hasta se preguntaba cómo se sentiría estar con un hombre de su edad. Al descubrir una información clave decidió solo dejar su orgullo de lado, para intentar llamarlo, pero algo andaba mal, al ser las 15:00 p.m. era un horario accesible, pero al intentar con mensajes privados correos o malditas señales de humo él no respondía porque no le llegaban, era un hecho que fue bloqueada despertando su enojo, ya sabía que también era su culpa por echarlo de su casa, pero era una información que debía saber, era como de verdad el orgullo no tenía que existir para Amy, después de terminar su trabajo solo saludo a Víctor con su habitual beso en la frente. Aunque el hombre noto la preocupación no pudo intervenir en sus decisiones dejándole ir. Ya eran las 20:00 p.m. el sol se ocultó, el clima era perfecto para estar abrigada y cómoda, si mal no recordaba la casa de Alex quedaba a solo 30 minutos sin demora, pero si no le respondía sus mensajes presentía que no le iba a responder en su propia casa de todas maneras lo intentó, tomando otro transporte público para llegar a su casa. Como era un horario casi vacío de calles logro llegar, pero con cada paso escuchaba risas, como si fueran la familia feliz, pero Alex no lo veía en el exterior de la casa, pero un hombre se le acerco, se había acordado de él cuando vieron a la niña muerta — ¿puedo ayudarte en algo niña? — el tono era algo inusual, no sabía porque se sentía incomoda al verlo

— Si quería ver a Alex es que se olvidó algo en mi casa, además tengo que decirle algo importante

— No esta lo siento, pero puedes decirme y le diré el mensaje— Amy sabía que mentía, además de las mentiras más viejas que conocía —creo que salió con su novia— al decir novia solo logro enojarla por dentro

— Bien entonces vendré otro día— sin querer llegar al fondo de una discusión sin sentido

— Niña un segundo, es tarde no es conveniente volver sola te llevare a tu casa

— No gracias estoy bien así

— De verdad insisto, es peligroso y además soy de una fuerza armada— era como si no se lo estuviera preguntando

En el cual le dio un beso a su esposa para sacar su auto así llevándose a Amy a su casa, pero ella solo sentía nervios por dentro, no conocía bien a ese hombre o lo que le podría hacer.

El viaje era incomodo, a veces su cuerpo la traicionaba al paralizarla y ser llevada como si nada, no confiaba en ese hombre, veía el camino, como conducía de manera ágil, además para que no le gane el pánico prefería no respirar, de vez en cuando el hombre le hacía preguntas rutinarias, de cómo conoció a su hijo, si ella tendría planes a futuro, o como una joven extrañamente bonita saldría a estas horas, en esa última pregunta había hecho que pare el auto, al hacerle caso solo bajo del coche sin mirar atrás, pero no contaba que la iba a detener para acorralarla sin ningún testigo.

El efecto de un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora