Camila
Saade, su apellido es el de la señora de esta habitación y eso al menos explica por qué sabía o se le ocurrió venir aquí. También su mal humor, aunque eso es más usual.
No quiere que lo vea con lástima y yo entiendo eso. Pero me imagino como duele.
Sí, a veces no es amable, aunque no creo que actúe sin justificación. Vamos a ver, ¿Qué le dijo el enfermero para que reacciones así? No quiero justificarlo. No apruebo la violencia. Ni siquiera sé por qué me importa tanto.
Dios, se supone que tenemos que salir de aquí y yo estoy divagando sobre Damon.
— ¿Cam? Mira, tú eres la científica aquí. — Damon cierra la puerta de la habitación. — Y no cabemos por la maldita ventana.
— Ingeniera, no científica — corrijo sin pensar ¿Es en serio? ¿Ahora?
Me mira con desprecio y rueda los ojos.
— ¿A quién carajo le importa eso ahora?
Estoy de acuerdo, pero tampoco tengo ideas. No cabemos por la ventana. Los pasillos están llenos de personas. Juraría que escucho el eco de los dispositivos al activarse.
¿Y si de verdad pueden sanarse? Al fin habría hecho algo bueno.
Aun así, quedarnos no es opción. Lo sé y mejor que nadie. Vi lo que pasaba en el cerebro de los sujetos de prueba, vi como cada una de las conexiones se apagaba. No tenía que pasarles a todos. Pasaron las pruebas, yo misma corregí las fallas.
Un escalofrío me recorre el cuerpo. Cierro los ojos y me armo de valor para abrir la puerta.
— ¿Vas a salir así nada más? ¿Que eres estúpida? — Tira de mí hacia atrás.
— ¿De acuerdo con tus estándares? Creo que sí — murmuro para mí.
No quiero que me importe lo que dice. Siempre he creído que la gente es cruel porque el mundo fue cruel con ellos antes. Luego están las personas que causaron esto. Entonces mi argumento pierde sentido. No creo que Damon sea así.
— ¿Hola? — Damon sacude su mano frente a mis ojos. A cada segundo se desespera más. — ¿Se puede saber que te pasa? No es tú madre la que van a freír.
Tengo demasiados pensamientos, imágenes, ideas y memorias. Es un agujero negro. Un espiral. Lo traga todo y le da vueltas. Y es mi culpa. Su madre. Toda esta gente, más gente ¿Qué hice? Lo miro con los ojos abiertos y sacudo la cabeza. ¿Qué hice?
— Cálmate ¿Sí? — dice. Eso no serviría ni aunque estuviese tranquila. — No hay mucho que borrar ya. — Damon habla con más suavidad. Se acomoda la bufanda y mira hacia la cama. Por un segundo veo a través del cristal como cuando vio a Gina; veo el mar detrás , la tormenta de arena. — Mira, arreglamos menos aquí adentro. Solo salgamos de una puta vez.
Juraría que sabe leer mentes. Su mirada escanea la mía con más precisión que los láseres del laboratorio. Aparto la vista.
Pero tiene razón. Arreglarlo. Salir. Arreglarlo. Necesito llegar a la puerta y salir tal como entramos. Mientras nadie ve.
— ¿Podrías seguir fingiendo ser un paciente un ratito más? — pregunto. Es que parecía tan incómodo, pero es tan buen actor y es el único plan que se me ocurre. — Por favor mira, es un minuto.
— Sí, sí. Solo dime que hacer.
Pasa una mano por su cara más que harto de la vida, o de mi. Tal vez ambos. Por eso no hablo todo lo que quiero. Eso y que, sinceramente, no tengo mucho que decir sin hacerme pedazos.
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Error 410: Sueños Rotos
Ciencia FicciónLos Metagoogles debían acabar con el dolor y los días malos; en realidad, acabaron con los humanos. Sin la memoria, las emociones y el amor, de ellos queda una carcasa que el músico Damon llama muñecos y que la científica Camila debía convertir en e...