16 Pesadillas

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» 11 de abril, 2XX8

Camila

Boston es mi pesadilla y una que no parece llegar todo lo rápido que debería con cada ruta cerrada y desvío que toma Mat o Damon o Valentina, porque ninguno parece ponerse de acuerdo y, mientras más personas se conectan al Linkverse, más saturados están las redes. Hace meses dejaron de conectarse los servidores de internet, después colapsaron las redes satelitales. No hay GPS que nos guíe.

Tardaremos meses. Tampoco es que tenga una solución. Supongo que me da tiempo para inventar algo.

—Esto no es Pensilvania, Mat.—Valentina gira un mapa que tomamos de una gasolinera. No tiene sentido, ella no sabe leer mapas.

—No, imbéciles, el estado se llama Virginia —Damon dice a mi lado. Tiene la cabeza apoyada en la ventana y «mátenme» escrito en sus ojos—. Sigan los malditos letreros y dejen ese mapa.

Lee ríe a mi izquierda. No parece molestarle viajar en auto. Ayer me dijo que siempre quiso salir de la ciudad. Al menos alguien puede tener su sueño, aunque yo acabe con la mayoría.

—¿Quieres dirigirnos? —discute Valentina.

—No. Estoy cómodo aquí, gracias. Yo manejo luego. — Damon sonríe de lado, esa sonrisa de niño problema que no dudo que era, y se acomoda en el asiento.

—Imbécil — escupe Valentina.

Nunca supe cómo se controlaba frente a un juzgado, pero contra Damon no se controla en lo más mínimo.

En cambio, desde nuestra conversación en el pasillo, creo entenderlo un poco más. Al menos creo conocerlo un poco más. Por ejemplo, sé que dos horas en el auto es suficiente para tenerlo como un gato en una caja, pero a la tercera hora, se pierde en el paisaje y deja de escuchar. Sé que cuando maneja le gusta tener música y que Lee sea su copiloto, tal vez porque le habla.

—¿Dónde vamos a parar hoy? — pregunta Lee.

El sol comienza a ponerse en una carretera aparentemente interminable. Anuncios titilan en los laterales con productos que ya no importan.

—¿Por cómo vamos? Tal vez en ninguna parte. — Damon lo dice muy brusco, pero es la verdad.

—Podemos parar en cualquier parte. No es como si alguien fuera a multarnos. — Mat busca en los campos abiertos algún lugar inexistente donde descansar.

—Yo puedo manejar. Ustedes duerman. — Damon sube la capucha de su sudadera rosada y cierra los ojos.

—Yo también puedo manejar. No me han dejado hasta ahora. —Apenas lo digo Valentina sacude la cabeza y me clava su mirada de hermana mayor a través del espejo retrovisor—. ¿Por qué no?

No manejo tan mal, aunque Tommy fue el que me enseñó y, para ser sinceros, no me gusta. Aprendí con alguien gritando en mi oreja que estaba haciéndolo mal. Puedo hacerlo, pero no lo hago.

—No hace falta. Tres podemos manejar aquí —dice mi hermana, que siempre me ha protegido de más.

Aun así, no pudo protegerme de Tommy. Tal vez por eso creé aquellas gafas, en un desesperado intento de borrar aquellas memorias. Yo nunca llegué a probarlas.

—Bien, entonces acompaño a Day —decido.

A juzgar por la sonrisa divertida del aludido, que pretende estar dormido, no le molesta.

—Frena aquí Mat y vengan atrás. —Damon se quita el cinturón de seguridad y se inclina hacia adelante

—¿Ya? Puedo manejar otra hora. —discute su amigo que parece un zombie de lo cansado que está.

Error 410: Sueños RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora