05 Curiosidad

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Damon

Casi no respiro. En general me agrada la lluvia. Pero hoy es una pesadilla. El cazador está demasiado cerca y cuando la mayoría de los muñecos no se mueven, que nosotros corriéramos fue suficiente escándalo.

- Cálmate ¿Quieres? - susurro.

Cam me mira con el rostro pálido y los ojos abiertos, como dos canicas verdes. Dirige su mirada abajo, a donde su brazo se choca contra mi cuerpo.

Cuando lo gira, veo la mancha oscura que se extiende a través de la tela.

- Mierda- mumuro. Me inclino hacia atrás. Por los cristales rotos de la puerta llega el silbido del cazador; cada paso hace añicos los pedazos grandes de cristal. Me acerco más a ella. -. Sígueme.

Cam es una de esas personas confusas. Un segundo tiene la confianza en las nubes y te da órdenes. Al otro tienes que tomarla de la mano o no se mueve.

Ahora es uno de los segundos.

Me agacho para tomar un cascote y lo lanzo por la puerta lo más lejos que pueda. Fuera del edificio suena la alarma de un auto que seguro golpeó.

El silbido se pierde a un lado de la puerta, por entre los escombros. Me aparto de Cam y dejo de sentir sus latidos acelerados contra los míos, de ver sus ojos como esmeraldas sumergidas en agua.

Caminamos entre paredes rotas que nos adentran en el edificio que alguna vez fue un hotel.

- Sabía que caminaban, pero no que se dedicaban a demoler edificios - comento sin realmente pensarlo. - ¿Intentaban remodelar la ciudad de paso?

Cam sacude la cabeza. Apunta al auto que ha atravesado las paredes desde las puertas de vidrio hasta la mitad de la siguiente sala.

- Indirectamente - dice aferrándose a mi mano. -. Algunos todavía hacen cosas; pero pierden el control muy rápido. - tengo inclinarme para entenderle o esucxhar si quiera.

Esperaba más bien que se riera. Sirvió cuando nos conocimos.

¿Cómo te distraigo? Quiero preguntar, porque no me sirve que se meta en su cabeza.

Aprieto los labios y tiro de ella para pasar por un lado del auto. Las mesas y sus sillas fueron empujadas y ahora están volcadas en el piso hacia los lados como por efecto dominó.

Pasamos entre ellas y subimos las escaleras a un pasillo de alfombras negras. Elegimos la habitación más cercana.

Camila reacciona al ver el sistema de tarjeta electrónica que bloquea la entrada. Se apresura antes de que yo pueda llegar.

- ¿Vas a decirme que también creaste estás? - pregunto apoyado contra la puerta.

Yo la habría hecho pedazos, pero Camila tiene una moral extraña que le deja crear gafas apocalípticas y no romper puertas.

- No, pero el sistema es extremadamente simple.

La tapa que cubría el circuito cae y Camila mueve los cables para conectarlos al reloj, lo único con energía por aquí.

Extremadamente simple. ¿Los otros somos extremadamente estúpidos?

Un chasquido. La puerta se abre. Me voy hacia atrás y alcanzo a sostenerme del marco. A veces es útil tenerla cerca. Y su sonrisa tampoco está tan mal. Es a medias insoportable. Arrogante. Le sonrió a medias.

Lanzo la mochila sobre una de las camas. Sin huéspedes, el lugar ha quedado intacto de suciedad y daños. Aún así, huele a polvo y abandono. El polvo flota en la luz. Franjas de sol a través de las persianas de madera. Hay dos camas, con almohadones naranja y cabeceras de madera cara, igual a las mesas de noche y el escritorio, vacío. En fin, como todo.

Error 410: Sueños RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora