Camila
No quiere decir nada. Quiere decir todo, pero no significa que estén aquí, ahora ¿Verdad?
No, en realidad no es cierto. Están vigilando, en todo momento, desde todas partes, como vigilaban el laboratorio antes.
— ¿A qué hora crees que regresen? — pregunto a Diego por quinta vez.
Todas las secciones de luz funcionan y ya no tengo nada que me distraiga del mensaje en la pantalla.
Juraría que me quiere lanzar la pala con la que trasplanta las hortalizas. Bajo su gorra azul apenas veo la mueca que hace.
— No sé — responde como las cinco veces anteriores . — Antes del anochecer.
Asiento con la pantalla en las manos y el sol en los ojos. Ha sido amable en comparación a lo que suele ser. Me gustaría entender a cada persona en esta casa. Todos parecen sacados del mismo molde de hielos y, a la vez, hay un fuego distinto en cada uno. A Diego le importa Lee. A todos parece importarles Lee y solo Lee. O quizá el único de ellos que no les importa es Damon.
— ¿Vas a quedarte como estatua hasta que llegue tu novio? — pregunta sacudiendo sus manos llenas de tierra en el pantalón caqui. — La hierba mala no se mata tan fácil.
— Sí, es que... — siento la cara arder por culpa de Diego y por culpa del sol.
— Busca huevos en el gallinero, a ver si te haces útil. — Diego me ignora por completo y se pierde entre los cultivos de maíz hasta que solo veo el azul de la gorra y el reflejo del sol en su cabello rojizo.
La hacienda y la casa tienen extensas plantaciones que Diego cuida con Lhun cuando él no está ocupado cocinando, pero Lhun prefiere los animales y Diego las plantas sobre toda forma de vida.
Evito los problemas que podría causar negarme y camino en la otra dirección a buscar huevos entre repisas de gallinas en sus nidos de paja.
Cuando estoy sola, dejo el inglés por el español, mi idioma, y hablo sola como si estuviera loca. Me ayuda a organizarme.
— No creo que se vayan tan lejos, digo, Lee es chiquita y si regresan ahora al anochecer...si regresan, pero sí van a regresar. Damon no dejaría que Lea se quede por allá afuera en la ciudad por tanto rato — murmuro. Levanto con cuidado una gallina para tomar un huevo. —. No me piques por fa solo quiero tomar esto, gracias. — Odio las gallinas. — ¿Pero Damon? Es muy tonto si cree que me engaña. Baboso. No voy a decirle eso a la cara, le dolería mucho, pero a ver, si cree que puede engañarme y decir que está todo bien cuando evidentemente no lo está. Es que... — gruño y pongo más huevos en la canasta con la delicadeza que puedo cuando en realidad quiero lanzarlos. — ¿Me cree pendeja? Se notaba a la legua.
Una risa interrumpe mi monólogo. La figura de Éter oscurece el interior del gallinero enteramente construido de madera. Se apoya en el marco de la puerta y la luz entra a su espalda, iluminando solo los mechones azules de su oscuro cabello y los aretes dorados.
— ¿Siempre hablas sola o solo cuando peleas con tu novio? — pregunta con la risa contenida en sus ojos.
Por Dios que no sepa español.
Éter toma la canasta de mis brazos. Estoy demasiado sorprendida como para detenerla ¿La verdad? Solía hablar sola mucho, pero deje de hacerlo porque a Tonny le irritaba. A mi hermana le parecía gracioso.
— Yo...depende el día — Sigo a Éter cuando me lo pide con un gesto. No tengo opciones. Me acomodo los lentes y camino a su lado. — Solo estoy preocupada. Las cosas no son tan sencillas allá afuera.
ESTÁS LEYENDO
Error 410: Sueños Rotos
Ciencia FicciónLos Metagoogles debían acabar con el dolor y los días malos; en realidad, acabaron con los humanos. Sin la memoria, las emociones y el amor, de ellos queda una carcasa que el músico Damon llama muñecos y que la científica Camila debía convertir en e...