Camila
Nos siguen. Veo las sombras entre los anuncios en tonos neón, entre las sombras de los callejones que pasamos junto con Damon. Sé que se ha dado cuenta. No para de tirar de mi para que vaya más rápido. No dice nada. Quizá me cree demasiado inocente para entenderlo, pero tuve la inteligencia para causar todo esto ¿No? Y casi no tuve ayuda.
No es la primera vez que me topo con ellos. Los vi en la ciudad anterior. Los vi cuando salían de una habitación, dejaron atrás un cuerpo cuya risa resonaba entre paredes mugres. Después colapsó en verdad y yo salí del rellano de las escaleras para seguir mi camino. Nunca me atrevo a quitarles las gafas. No más.
Cuando lo vi por primera vez, pensé que Damon era un agente del gobierno, su primer comentario cambió mi opinión. Sabía que existían y aun así, no quise creer lo que veía hasta que Damon me obligó a enfrentarlo.
— Deberíamos seguir — discuto cuando nos detenemos.
Me siento en la parada de autobús, maloliente y grafitada como todas sin importar donde estén. De su mochila saca algo de comer. Estoy harta de las barras de granola. Estoy harta de dormir poco y caminar mucho. La noche es muy fría, pero no podemos quedarnos quietos, no aquí. No hay a donde ir.
— No me mires así. Yo tampoco quiero esto, pero si quieres poder caminar, come — dice y me pone la barra de envoltorio verde veneno en las manos.
— ¿Eras doctor? — pregunto sin mirarlo.
Desde hace cuatro días camino con él, pero no sé mucho. Habla de a donde ir, se burla de lo que digo y de mis expresiones cuando nos topamos a un muñeco. Amable no es, pero no me gusta pensar que las personas son tan amargas como aparentan.
— ¿Te parece que podría ser doctor?— Se ríe de mí pregunta. — Eres más observadora que eso.
—¿Por qué no? — insisto — Sabes de medicina.
Sus comentarios suelen ser bastante correctos a lo que está pasando en mi cabeza y a veces es difícil no ofenderse. No quiero que me importe. No quiero que pueda meterse en mi cabeza. La mía ya me martiriza lo suficiente. Tampoco he discutido de vuelta; ¿Para qué avivar el fuego?
— Aprendes algo por lo que escuchas. — Damon le da una mordida a la barra y sacude la cabeza.
— Esa no era la pregunta, ¿Por qué no? — Busco sus ojos. Me fascinan, uno azul, uno café.
— Porque... — Se traba como si buscara una mentira que decirme.
Pero no es así. Su vista se fija en un callejón donde la luz neón y un foco blanco hospital ilumina una silueta. Damon toma su mochila y con la otra mano toma mi muñeca. Empieza a correr y la barra de granola cae a la calle.
— ¿Cazadores? — pregunto, aunque es obvio.
Miro atrás para comprobar si nos sigue. Damon se detiene para recuperar el aire en el peor momento posible. La sombra se queda detrás. Sin moverse. Sin intentar acercarse.
— ¿Qué haces? — pregunto tirando de su mano.
No tengo la fuerza para mover la torre que es.
— No podemos correr para siempre. Es una ridiculez — dice entre dientes. Sus mejillas se han teñido de rojo.
Alzo la mirada a los edificios y a las escaleras de emergencia. Una vez más tiro de él y apunto con la cabeza al edificio. Me mira con fastidio, pero me sigue. Con sus manos me empuja hacia arriba para que yo pueda tomar la escalera. Grito cuando la escalera de metal me arrastra con ella hasta el suelo y me deja a la altura de Damon.
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Error 410: Sueños Rotos
Fiksi IlmiahLos Metagoogles debían acabar con el dolor y los días malos; en realidad, acabaron con los humanos. Sin la memoria, las emociones y el amor, de ellos queda una carcasa que el músico Damon llama muñecos y que la científica Camila debía convertir en e...